La izquierda sale de caza: objetivo, María Corina

La izquierda sale de caza: objetivo, María Corina

De forma simultánea o casi simultánea, como si en alguna parte un comisario hubiese dado una orden a propagandistas tarifados, en varios países de América Latina y Europa, neocomunistas, sujetos del progresismo maniático o desesperados en busca de tribuna, han aparecido para atacar a María Corina Machado, Premio Nobel de la Paz 2025. Conviene detenerse en los contenidos de esos ataques, porque ellos resultan como radiografías de la precariedad política, conceptual e histórica de quienes los formulan.

Dicen algunos de estos negadores de oficio, que Machado no merecía el premio. Lo que esa afirmación desconoce, nada menos, es el carácter pacífico de su lucha, sus esfuerzos, llevados a un extremo de sacrificios porque el camino hacia el establecimiento de un nuevo período democrático para Venezuela ocurra sin violencia y dominado por un espíritu constructivo, basado en las leyes y en el único recurso cuya legitimidad resulta irrebatible: las elecciones presidenciales que tuvieron lugar el 28 de julio de 2024.

Hablo de sacrificios, porque a lo largo de los últimos años María Corina Machado, y con ella otros miles de venezolanos, sin fundamento legal, sin que hayan cometido delito alguno, han sido ferozmente perseguidos, secuestrados, desaparecidos, torturados, asesinados lentamente en las mazmorras controladas por el régimen. Solo el fanatismo pro-Maduro se permite referirse a Venezuela sin decir ni una palabra sobre el estado de terror, sobre la crueldad de la dictadura que somete a la sociedad.

La propia Machado ha debido permanecer en la clandestinidad en dos períodos, el primero, entre agosto de 2024 y enero de 2025; el segundo, desde ese mismo enero de 2025 —tras ser secuestrada unas horas por esbirros de la dictadura—, hasta este diciembre cuando, en una secuencia de hechos en la que su vida estuvo en verdadero peligro, logró escapar del territorio venezolano, después de aventurarse en el mar en una noche de mal tiempo, a bordo de una precaria barcaza de pesca, para llegar finalmente a Oslo, cuando ya su hija Ana Corina Sosa Machado había recibido el premio en su nombre.

Olvidan estos cazadores de estrecha visión y corta memoria —en su vergonzoso fondo, aliados de la dictadura—, que María Corina Machado, desde el minuto en que se la anunció como ganadora, proclamó que recibía el premio a nombre del pueblo, de la sociedad venezolana, en su condición de lideresa de millones y millones de víctimas de la dictadura.

Para quienes están lejos de las crudas realidades venezolanas es difícil imaginar el modo colectivo en que ha sido recibida la designación del premio. Lo frecuente en Venezuela es que cada uno sienta el Nobel de la Paz como algo propio que se comparte con muchos y con Machado, obviamente.

La otra corriente de la arremetida contra María Corina Machado se concentra en dos palabras: se la acusa —como si eso fuese un error, una enfermedad o un delito— de ser de derecha o de ultraderecha para, a continuación, introducirla en un saco y compararla y asemejarla con figuras históricas o con hechos ocurridos en el pasado y en otros contextos, del modo más descabellado e impúdico.

Estos voceros de las izquierdas y los progresismos realizan enunciados falaces y supuestos cargados de distorsiones, aunque los mismos no resistan el más mínimo análisis. De lo que se trata es de crear una corriente de opinión que ponga sus indiscutibles méritos en segundo plano, para sobreponer como debate principal el contenido de sus acusaciones.

Quien revise la trayectoria de sus intervenciones públicas, por más de dos décadas, observará que María Corina Machado acumula una sostenida e innegable trayectoria: denuncia de las violaciones de los Derechos Humanos de los venezolanos. Me atrevo a decir que debe ser una de las ramas más visibles y consistentes de su discurso. Y que, en su activismo al respecto, no ha hecho nunca discriminación alguna entre civiles y militares, militantes políticos o simples ciudadanos, sindicalistas o empresarios, líderes de la izquierda, centro o derecha, activistas del tercer sector o miembros de grupos culturales, ciudadanos o familias de cualquier condición social o económica.

Quiero decir con esto: su compromiso con los Derechos Humanos ha sido ajeno a cualquier forma de exclusión. Esto, obviamente, contrasta de forma radical, por ejemplo, con la decisión que han tomado unos trasnochados de la progresía, que no asistirán al Hay Festival —Cartagena, Colombia—, en protesta por la invitación que se le ha formulado a ella. Es decir, lo que estos pequeños comisarios proponen es que María Corina Machado sea excluida del encuentro. En ese sentido, son representantes netos del chavismo-madurismo, que tienen en la exclusión uno de sus fundamentos operativos principales.

Por otra parte, resulta más que pertinente preguntarse en esta hora de América Latina, donde los proyectos del neocomunismo son objeto del rechazo masivo y reiterado de los electores, qué significa la acusación de que María Corina Machado y tantísimos otros políticos son de derecha o de ultraderecha (por cierto, sin que se aclare qué distingue a unos y a otros).

María Corina Machado es, en lo esencial, una demócrata. Defiende de forma infatigable las libertades, el derecho al trabajo y a la propiedad privada. Propugna la separación de los poderes, la libertad de la sociedad para organizarse, la pluralidad ideológica y religiosa. Se opone a un Estado interventor que regule cada aspecto de las vidas de personas y familias y ofrece un Estado facilitador, que brinde servicios y apoyos a las iniciativas económicas, sociales, educativas y culturales de la sociedad. Un modelo sustantivamente democrático que no admite descalificaciones ni mentiras, a menos que sus voceros, en realidad, no sean más que agentes encubiertos de la dictadura.

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