El desperdicio de alimentos forma parte de nuestras vidas. Hablamos, por supuesto, en general, no de los hábitos de cada individuo. Pero la opinión general es que sí, desperdiciamos mucha comida: cada uno de nosotros unos 132 kg al año. En total, unos 350 gramos de comida al día, sumando todas las pérdidas a lo largo de la cadena de suministro: productores, restaurantes, distribución y, por supuesto, en casa. Hacer frente al problema reduciendo el desperdicio de alimentos es ciertamente difícil, escriben hoy los expertos en las páginas de Naturaleza Comportamiento Humano (en un número dedicado íntegramente al tema del desperdicio), pero podemos y debemos hacerlo. Y para ayudarnos, elaboran una lista de seis medidas a adoptar.
Desperdicio de alimentos: tenemos un incentivo para tirar comida
El despilfarro de alimentos no es solo una cuestión personal. Lo que ocurre en nuestros hogares, al menos en Europa y los países desarrollados en general, es reflejo de un sistema diseñado para incentivar el consumo y acumular bienes, incluidos los alimentos, reconocen los autores. Más concretamente, el equipo dirigido por Katy Tapper, de la Universidad City St George de Londres, identifica una serie de razones que explican el desperdicio de alimentos. La comida forma parte de nuestras vidas y consumirla nos predispone a un riesgo de despilfarro incluso con la mejor de las intenciones y planificación, explican. Pero comer también es un acto sujeto a una serie de variables que solo son predecibles en parte: satisfacer a un niño caprichoso o saciar un antojo de comida para llevar forman parte de estos comportamientos, prosiguen Tapper y sus colegas. Y, de nuevo, evitar el despilfarro significaría consumir menos: un mensaje poco atractivo para el mundo del marketing y al que quizá no estemos acostumbrados. A esto se añade el hecho de que cuando desperdiciamos alimentos tenemos poco conocimiento de ello, tanto en términos de cantidad como de efecto, porque es algo que no se gestiona por separado ni se mide de algún modo, escriben los expertos. «Aunque podríamos considerar el desperdicio de alimentos (el acto físico de tirar comida a la basura) como un comportamiento, se trata de una conducta con un número muy elevado de factores determinantes. Todos estos factores lo hacen más complicado», resume Christian Reynolds, del Centro de Política Alimentaria de la universidad, uno de los firmantes del artículo.
Seis medidas contra el desperdicio de alimentos
Considerar todos los aspectos críticos del problema es el primer punto de partida para imaginar posibles soluciones. Los investigadores identifican seis áreas clave en las que invertir, dirigidas a disminuir el desperdicio doméstico de alimentos, pero que requieren, en primer lugar, la acción de organizaciones e instituciones locales, la industria alimentaria, los supermercados y la comunidad científica. Sí, porque también es necesario inventar soluciones que ayuden a reducir el desperdicio.
El primer aspecto sobre el que hay que intervenir es el de la visibilidad: para reducir el despilfarro, subrayan los expertos, hay que verlo, saber cuánto hay. Así que, además de los sistemas más tradicionales de recogida selectiva y compostaje de residuos alimenticios, también podrían ayudar los sistemas inteligentes capaces de estimar la cantidad de residuos alimentarios en relación con el resto de los residuos. Junto a esto, también podrían ser útiles las herramientas que permiten establecer objetivos en materia de residuos de alimentos: es decir, en función del consumo previsto, un hogar podría tener únicamente una determinada cantidad de contenedores de residuos alimentarios.
Una gran parte de las intervenciones contra el despilfarro se basa en la educación de los consumidores y el uso de herramientas que faciliten la conservación. En esta categoría se incluyen todas las iniciativas (en la escuela, en el lugar de trabajo, en los supermercados, tanto por parte de empresas como de instituciones) que pretenden potenciar la reutilización de las sobras en las recetas, concientizar sobre la vida útil de los alimentos (reforzando los conocimientos sobre las fechas de caducidad) u ofrecer productos envasados para esto para que se conserven mejor. En cuanto a los méritos: una estimación de hace algún tiempo, que ahora probablemente se revise al alza, hablaba de unos 9 millones de toneladas de alimentos desperdiciados en Europa debido a la confusión entre las expresiones “consumir preferiblemente antes de”.
Contra el desperdicio de alimentos, hace falta motivación
Sin una dosis adecuada de motivación, prosiguen los autores, es difícil, sin embargo, que cualquier intervención tenga los efectos deseados. Por eso, los autores abogan por intervenciones (aunque sólo sea con material informativo distribuido de diversas formas) que den a conocer los efectos del despilfarro, especialmente las pérdidas económicas y el impacto ambiental, y ofrezcan incentivos para evitarlo. Entre las motivaciones, quizá a un nivel más personal, están las cuestiones éticas que plantea el desperdicio de alimentos.
Finalmente, las últimas sugerencias de los expertos se refieren al marco normativo y a la organización de todo el sistemaque debería tener a las instituciones como protagonistas. Por ejemplo, deberíamos desalentar las prácticas que incitan a la gente a comprar demasiada comida, revisar el sistema de suministro reduciendo el tamaño de los envases o de las raciones en los restaurantes. Pero de forma más general, deberíamos trabajar para reducir el despilfarro en generalno solo el de alimentos, por ejemplo, e imaginar un sistema que no se limite a medir el consumo: «Podemos instar a los gobiernos a que midan y den prioridad a más factores que son importantes para nosotros, como la salud, la felicidad y la sustentabilidad, no solo el crecimiento económico», concluyen los expertos.
Artículo originalmente publicado en CABLEADO Italia. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.
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