
Estados Unidos lo hizo de nuevo. Pese a que Washington reconoce el principio de “una sola China” desde que ambas naciones retomaron relaciones diplomáticas en 1979, los gobiernos estadounidenses se han convertido en los principales promotores externos del separatismo en la isla de Taiwán, a la que venden armamento constantemente para conspirar contra la consolidación de la unión territorial china.
A pesar de los desencuentros ideológicos, las tensiones entre EEUU y China han sido manejadas con cautela, pero desde el primer gobierno de Donald Trump, cuando declaró su guerra comercial contra el gigante asiático, la situación no ha vuelto a ser de calma y ha presentado varios picos conflictivos avivados en el segundo mandato del magnate neoyorquino.
Con su famoso estilo de diplomacia de micrófonos, Trump enrolla y vuelve a desenrollar, como un yo-yo, sus tensiones con Pekín. Este mismo año impuso una batalla arancelaria que escaló hasta la imposición de 145% las tarifas, para después disminuirlas al 10%. Luego de la batalla comercial, y de acusar sin pruebas a China de inundar a su país con fentanilo, el presidente estadounidense se reunió con su homólogo chino Xi Jinping, para luego decir que los países tienen una relación «extremamente fuerte».
Sin embargo, en los últimos días de 2025 Washington lanzó una nueva provocación contra Pekín al anunciar la venta de $11 mil millones de dólares en armas a los separatistas de Taiwán, retomando presión contra sus rivales asiáticos.
La reacción de China a la nueva provocación
Contrario a lo que se esperaba, la reacción de Pekín no se quedó solo en el terreno de la respuesta diplomática paciente a la que acostumbran. Esta vez la respuesta china vino acompañada de unos contundentes ejercicios militares que rodearon toda la isla de Taiwán, en una clara posición de la defensa de su soberanía ante la nueva amenaza que pretende la separación del país.
La operación fue bautizada como Misión Justicia 2025, y según las palabras del portavoz del Comando del Teatro Oriental de China, Shi Yi, citado por la agencia Xinhua, las maniobras se centrarán en patrullas de preparación para el combate en el aire y en el mar, la obtención de la superioridad conjunta, así como el bloqueo de puertos y zonas clave y la disuasión multidimensional en la región.
El portavoz dejó claro que los simulacros representan una advertencia seria para las fuerzas separatistas que buscan la independencia de Taiwán y abogan por la injerencia externa, así como de «una medida legítima y necesaria para salvaguardar la soberanía y la unidad nacional de China», afirmó Shi.
Por otro lado, Chen Binhua, portavoz de la Oficina de Asuntos de Taiwán del Consejo de Estado, dijo que los ejercicios tienen como objetivo frenar la colusión entre las fuerzas de la «independencia de Taiwán» y elementos externos que ponen en peligro la paz y la estabilidad en el Estrecho de Taiwán.
La política del yo-yo de EEUU
Aunque China no tiene una política de expansión ideológica, como la que sí ha marcado por décadas Estados Unidos, Washington ve en Pekín una amenaza a su hegemonía como primera potencia del mundo, y no están dispuestos a compartir, y mucho menos a ceder, su lugar en ese sitial.
Sobre el asunto Taiwán, los gobiernos de EEUU habían tenido mucho cuidado en el tratamiento del asunto, aunque nunca han ocultado su intención de apoyar a los separatistas. Pero en 2022, la sorpresiva visita a Taiwán de la expresidenta de la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense, Nancy Pelosi, lo que Pekín consideró como una provocación.
Tras ese incidente, muchos funcionarios estadounidenses han visitado la isla, alentando a los separatistas en sus intenciones. Pero luego, los funcionarios norteamericanos declaran que no apoyan a los separatistas, pero solo procuran tener buenas relaciones con el gobierno local.
Esta ha sido la misma excusa empleada por Washington en el caso de la venta de armas a Taiwán por $11 mil millones, lo que constituye la segunda venta de armas a Taiwán anunciada durante el segundo mandato de la administración Trump. Para EEUU, se trata solo de relaciones comerciales entre su país y la isla china.
A EEUU le interese tener buenas relaciones con China, pero no lo suficientemente buenas como para compartir lugar en el competitivo comercio mundial, donde Pekín lleva años adelantando a sus rivales comerciales.
El corolario Trump apunta a China
Valiéndose de la Doctrina Monroe, de 1823, el presidente de EEUU, Donald Trump presentó recientemente el “Corolario Trump”, un documento que reafirma a su país como el garante de la seguridad en la región, dispuesto a combatir a los gobiernos que le resulten inamistosos y a impedir el ascenso de la influencia externa, encabezada por Rusia, Irán y, por supuesto, China.
Si bien la Doctrina Monroe fue proclamada “contra el colonialismo europeo en el hemisferio occidental”, el Corolario Trump se presenta como la estocada definitiva a la independencia del resto de los países americanos, que no podrían comerciar libremente con naciones fuera de la región.
La visión de este corolario es clara cuando dice: “Competidores no hemisféricos han realizado importantes incursiones en nuestro hemisferio, tanto para perjudicarnos económicamente en el presente como para perjudicarnos estratégicamente en el futuro”.
De ahí que el gobierno de Trump se haya enfocado en torpedear las buenas relaciones construidas por China con gobiernos como el de Venezuela, Argentina, México, Brasil y otros tantos en la región. La vía del chantaje predomina en esta forma de hacer política, la que ha escalado a niveles mucho más graves con el bloqueo de las costas venezolanas y la prohibición de venderle petróleo a China.
El corolario Trump intenta expulsar a China de América Latina, mientras que la política del yo-yo, mantiene a Pekín distraída en sus propios asuntos con las provocaciones en Taiwán. La política de “divide y vencerás” sigue muy a la moda en pleno siglo XXI.
Últimas noticias de última hora Portal de noticias en línea