
Qué tiempos más raros para ser Elon Musk. Este 2025 comenzó con un empresario controversial catapultado a la esfera política, lanzando lo que parecía un saludo nazi: Sieg-Heil (¡Hola, Victoria!).
Esta primavera, los activistas se reunieron frente a las salas de exhibición de Tesla para protestar por su incursión en el gobierno de Estados Unidos y su cercana relación con el presidente Trump. Argumentaban que su llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), una operación de recorte de gastos bautizada con el nombre de un meme de internet de hace más de una década, no recortó mucho, más allá de la ayuda exterior. Celebraban que Tesla no cumpliera las expectativas financieras de Wall Street.
En mayo, Musk arruinó su relación con el hombre más poderoso de la Tierra a raíz de unas publicaciones despiadadas en X; aquel lo llamó un «desastre». Tesla siguió filtrando dinero. Dogecoin fue víctima de luchas internas en Washington; ahora, según se informa, está descentralizado y es solo una sombra dentro del feudo personal de Musk.
Y aun así, parece que Elon Musk saldrá sano y salvo de 2025. O, mejor dicho: quizá no sea el rey del mundo, pero sigue siendo muy poderoso.
No todo es dinero… pero estos números sí importan
Tesla se ha tambaleado un poco este año, y gran parte de la riqueza de Musk siempre ha derivado del fabricante de automóviles más valioso del mundo. Eso debería ser una mala noticia para él. Pero cada vez está más claro que sus otras empresas privadas, SpaceX, xAI, Neuralink, han mantenido su cartera diversificada, protegiendo al aspirante a trillonario de algunos de los vaivenes del mercado público.
Según BloombergMusk tiene un patrimonio de unos 462,000 millones de dólares, y su participación en Tesla está valorada en 140,000 millones, menos de la mitad de su fortuna. En total, su patrimonio ha aumentado en 29,000 millones de dólares desde el año pasado.
¿Cómo logró esto un tipo que empezó el año como el «mejor amigo» del presidente y lo terminó arruinando todo? Gracias a sus dos empresas: Tesla, que tuvo un camino tormentoso, y SpaceX, que seguía lanzando satélites a la órbita y consiguiendo grandes contratos gubernamentales. Por su parte, Musk recibió el apoyo de X, una plataforma por la que pagó una suma elevada en 2022. La inversión funcionó: la plataforma marcó el ritmo de la crítica política y social entre la derecha global durante gran parte de 2025.
Según todos los indicios, Tesla tuvo un año menos que estelar. El mercado estadounidense de vehículos eléctricos (VE) naufragó cuando el gobierno de Trump recortó los subsidios fiscales y modificó las regulaciones sobre plantas de fabricación de baterías y vehículos. Impuso, luego retiró y después volvió a imponer aranceles globales que han puesto a prueba a toda la industria automotriz estadounidense. Tesla no ha sido inmune a estos efectos.
Aunque con dificultades, Tesla sigue intentando eliminar los componentes chinos de sus autos. El Diario de Wall Street informó que los cambios en la política comercial de EE UU, especialmente hacia China, han «dificultado que el fabricante de automóviles formule una estrategia de precios coherente».
Los cambios volubles en la política han creado problemas concretos para la cuenta de resultados de Tesla. Varias entidades gubernamentales, el Departamento de Transporte (DOT), la Agencia de Protección del Medio Ambiente (EPA) y el estado de California, han penalizado históricamente a los fabricantes de automóviles por no cumplir los objetivos medioambientales de sus flotas. Los fabricantes que aún venden modelos de gasolina han podido evitar algunos de estos golpes financieros comprando créditos a quienes fabrican muchos vehículos sin emisiones, como los fabricantes de VE. Se estima que alrededor de un tercio de los beneficios de Tesla desde 2014 provienen de estos créditos de cumplimiento.
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