


Contra todo pronóstico, por fin María Corina llegó a Oslo. Ya la ceremonia de entrega del Premio Nobel había concluido sin su presencia, siendo ella sustituida para la ocasión por su hija Ana Corina cuyo desempeño en el discurso pronunciado en nombre de su madre nos dejó la clara convicción de que “hija de gata…caza ratones.”
El Premio Nobel de la Paz fue concebido para honrar a quienes con su acción hayan contribuido significativamente a la obtención o afianzamiento de la misma y así fue otorgado desde su primera edición en 1901 a Henry Dunant, cofundador de la Cruz Roja Internacional; también varios expresidentes de Estados Unidos fueron galardonados: Teodoro Roosevelt, Woodrow Wilson, Barack Obama, etc.
Se trata del mayor galardón que otorga el Comité del Nobel del parlamento noruego que, como su nombre lo indica, está compuesto por respetables parlamentarios de ese país quienes, naturalmente, reflejan la diversidad de orientaciones políticas que allá conviven muy civilizadamente.
A medida que el mundo moderno ha ido tomando conciencia de la bendición de vivir en paz, el premio ha ido tomando un carácter más controversial tal como se refleja en la lista de algunos de sus galardonados. En efecto, a partir de 1975 con Andrei Sakharov, ello quedó en evidencia cuando el Comité homenajeaba al luchador y activista ruso que venía librando una desigual batalla entre el gobierno y la sociedad de la entonces Unión Soviética. Lo mismo el caso del argentino Adolfo Pérez Esquivel, justamente premiado en 1980 por su lucha ante la dictadura militar que gobernaba en Argentina y que era percibida como contumaz violadora de los derechos humanos. También puede decirse de Lech Walesa, premiado en 1983 como expresión del decidido apoyo a su lucha por la democratización y pacificación de Polonia o el caso del Dalai Lama en 1989, cuya expresión de rechazo al régimen chino alcanzó relieve mundial; o el caso de 2010, cuando se premió al escritor chino Liu Zao Chi y el gobierno no le permitió viajar para recibirlo.
Entendemos que la selección de María Corina Machado es ampliamente merecida por su incansable activismo pro democrático que apoyamos a cabalidad, pero se percibe que esa selección fue una toma de posición justa y moral del parlamento noruego en favor de la causa de la libertad y la paz en Venezuela, en oposición a la dictadura de Maduro y Cía., quienes insólitamente afirman practicar otra versión de la realidad venezolana.
Esta toma de posición se evidenció cabalmente en la actitud exhibida por los discursos pronunciados por el presidente del Comité del Nobel, Jørgen Watne Frydnes, cuya alocución, que compartimos a cabalidad, dejó bien clara cuál es la parcialidad que ese comité apoya: la paz y la democracia frente a la arbitrariedad de quienes pretenden aprovechar la coyuntura para implantar a su favor un proyecto político contaminado por el provecho económico a través de favorecer el narcotráfico internacional.
Aun cuando pudiera parecer extemporáneo, no está de más evaluar el impacto político de las peripecias que tuvo que pasar María Corina Machado para llegar a Oslo .
Este columnista se atreve a opinar que todos los inconvenientes vividos por ella contribuyen sustancialmente para fortalecer su estatura política en su eventual proyecto de asumir la primera magistratura de su país, lo cual, al día de hoy, no parece descabellado. Los días de suspenso a escala planetario sirvieron más que ningún otro recurso para colocar a Venezuela en el radar mundial, lo cual le dio mucha más visibilidad que la que hubiera tenido en una entrega de premio “normal”. Suponemos que ella y su equipo sabrán cómo aprovechar ese viento de cola, además del impacto que ha ocasionado la presencia de tan notable grupo de jefes de Estado extranjeros y otras relevantes personalidades. Lamentablemente, también vimos el “pescueceo” tan consustancial con nuestra política.
Así las cosas, entendemos que los grandes cambios que hacen falta no demorarán en ponerse en marcha. En ese momento se entenderá que el patriotismo no consiste en repetir consignas, sino en mantener -como hizo María Corina Machado- la fe y la presión necesarias. ¡El que se cansa pierde!
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