
La situación en Venezuela se confirma como una crisis humanitaria sostenida en 2025. La preocupación regional por esto es generalizada, con 74% de los latinoamericanos observando el rumbo del país con alarma, según encuesta de AtlasIntel.
Los factores principales de esta alarma son la pobreza y el hambre, que preocupan a 64% de los encuestados a nivel regional. A esto se suma la migración masiva, que ya supera los ocho millones de venezolanos desplazados.
La inestabilidad política, impulsada por la ilegitimidad del gobierno, compromete cualquier recuperación económica genuina. La sensación de desesperanza, ya generalizada, crecerá a medida que el régimen se atrinchere.
La peligrosa dualidad económica
El panorama económico presenta dualidad peligrosa que afecta directamente el poder adquisitivo del ciudadano. Por un lado, fuentes oficiales destacan cifras de crecimiento en sectores estratégicos.
Se reporta crecimiento en la producción petrolera de +14,99% y en la minería de +11,23%. Esta narrativa gubernamental busca proyectar una imagen de continuidad institucional y desarrollo.
Por otro lado, las proyecciones económicas independientes auguran un deterioro social significativo y persistente. El IIES de la UCAB proyecta que la inflación en 2025 cerrará en 220%.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) es aún más alarmante, previendo que la inflación repunte drásticamente hasta 682% en 2026. Esta elevada inflación coexistirá con una contracción del producto interno bruto (PIB) de 2% en 2025.
Esta marcada diferencia indica una recuperación hipercentralizada y asimétrica. Los ingresos generados por el petróleo y la minería benefician primariamente a la élite.
Estos ingresos le permiten al régimen cubrir sus costos operativos y de seguridad. Sin embargo no se traducen en mejora sustancial en la economía real del ciudadano común.
Lucha diaria bajo la dictadura coercitiva
El país se dirige hacia una dictadura coercitiva sostenida. La población seguirá pagando el precio de la tensión constante y la hiperinflación.
La lucha diaria por la supervivencia económica se agudizará debido a la contracción del PIB y la persistencia de la alta inflación. El colapso sistemático de los servicios públicos se mantendrá.
Esto requiere adaptación constante a las fallas de infraestructura en el país. El acceso a divisas (la dolarización de facto) seguirá siendo esencial para preservar el valor de los ahorros y efectuar transacciones críticas.
Escenarios extremos para la población
Aunque el escenario base es el más probable, la posibilidad de un peor escenario (escalada militar) tiene un riesgo significativo (20%-30%). Si ocurriera un error de cálculo en las operaciones navales estadounidenses, la situación colapsaría aceleradamente.
En este caso, un bloqueo naval cortaría instantáneamente los suministros esenciales, elevando la crisis humanitaria a un nivel de catástrofe. La hiperinflación superaría con creces 682% proyectado, y el bolívar colapsaría totalmente.
La respuesta interna del régimen ante el caos y la movilización militar sería represión para mantener el orden. La crisis de desplazamiento migratorio se agravaría exponencialmente.
Por el contrario, el mejor escenario (transición negociada), aunque de baja probabilidad (5%-10%), traería estabilización económica progresiva. Esto frenaría la tendencia hiperinflacionaria y mitigaría la diáspora, ofreciendo la primera señal de esperanza real.
La economía venezolana bajo el escenario base es como un auto que intenta subir una colina con el freno de mano puesto. Aunque el motor (el sector petrolero) empuja y genera ingresos, la presión constante (el freno de mano, o la coerción externa e ilegitimidad interna) hace que el progreso sea lento, doloroso, y que la mayoría de los pasajeros (el ciudadano común) terminen empobrecidos y exhaustos, sin alcanzar nunca la cima de la estabilidad.
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