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La cautela se ha convertido en la doctrina que guía a la Unión Europea y, en particular, a Alemania frente a la creciente tensión en el mar Caribe, donde la presencia de buques, portaaviones y aviones estadounidenses amenaza directamente la soberanía de Venezuela.
Mientras Francia y España han manifestado su rechazo al accionar de la administración Trump, y el Reino Unido ha optado por suspender el intercambio de inteligencia con Washington para evitar verse implicado en violaciones del derecho internacional, Alemania ha dado un paso más allá: ha defendido abiertamente la vía diplomática y el respeto a la paz.
El portavoz del Ministerio Federal de Relaciones Exteriores, Josef Hinterseher, subrayó en las últimas semanas que «el Gobierno Federal carece de información propia para poder evaluar la actuación de Estados Unidos. En principio, en esta situación se aplica, por supuesto, el marco del derecho internacional. Corresponde a Estados Unidos explicar cómo se interpreta este marco jurídico y cuál es la base de su actuación».
Con estas palabras, Alemania deja claro que la responsabilidad recae en Washington, cuyo despliegue militar en aguas cercanas a Venezuela carece de justificación transparente y pone en riesgo la estabilidad regional. Hinterseher insistió en que «el derecho internacional constituye el marco, y cualquier acción debe realizarse dentro de ese marco. Lo importante es que estas cuestiones se resuelvan en el diálogo entre Venezuela y Estados Unidos».
La administración Trump ha intentado justificar sus operaciones militares bajo el pretexto de combatir supuestas «narcolanchas», pero sus argumentos generan incertidumbre y despiertan alarma en la comunidad internacional. La vulneración de normas pactadas a nivel global pone en duda la vigencia de principios que hasta hace poco eran incuestionables.
Florian Huber, responsable de la oficina para México y el Caribe de la fundación Heinrich Böll, vinculada al partido Los Verdes, advirtió que «las acciones de EE. UU. contribuyen al aumento de la desconfianza en los países afectados por el narcotráfico y los cárteles de la droga, en particular México y Colombia. Declarar a los cárteles de droga como grupos terroristas extranjeros, para justificar ataques bajo el concepto de un conflicto armado no internacional, pone en duda principios fundamentales como la soberanía nacional e integridad territorial».
Huber agregó que esta estrategia borra las líneas entre la lucha contra el narcotráfico, la lucha contra el terrorismo internacional y la intervención militar para un cambio de régimen. En definitiva, se erosionan los principios de cooperación internacional y se refuerza la percepción de Estados Unidos como agresor, mientras Venezuela aparece como víctima de una política de hostigamiento que amenaza su estabilidad y su derecho a la autodeterminación.
En este contexto, Alemania se erige como voz de equilibrio, defendiendo la paz y el diálogo frente a la agresión militar estadounidense. Su postura reafirma que la única salida legítima es la diplomacia, y que Venezuela merece respeto como nación soberana, libre de presiones externas y de intentos de intervención disfrazados de lucha contra el narcotráfico.
