
La silueta recordó instantáneamente un look que alguna vez usó la fallecida princesa Diana a principios de la década de 1980 durante el Festival de Cine de Londres. El vestido de Diana, diseñado por David y Elizabeth Emanuel (el dúo detrás de su vestido de novia), presentaba una amplia pieza de terciopelo con un espectacular cuello de encaje.
Si bien sus tejidos y contextos difieren, el código de diseño compartido entre los dos vestidos (el escote atrevido, los románticos adornos de encaje y la feminidad por excelencia de principios de la era real) es simplemente imposible de ignorar.
Donde Diana se inclinó hacia el glamour teatral, la interpretación de Kate se modernizó a través de una sastrería elegante y accesorios minimalistas. Sin embargo, el homenaje fue muy claro: un eco más que una réplica, y un recordatorio de que la moda siempre ha sido una de las formas más poderosas de contar historias reales.
La princesa también rindió homenaje a la reina Isabel II complementándose con los amados aretes de perlas de Bahréin de la difunta monarca.
Completó el look junto con un delicado colgante de cruz que añadió un toque pulido y espiritual al conjunto.
Su look también subrayó algo que tanto Kate como Diana defendieron mucho antes de que la “moda sostenible” se convirtiera en una palabra de moda: la creencia de que la ropa debe ser usada nuevamente, reinventada y atesorada.
Diana rediseñaba regularmente sus piezas más icónicas, y Kate ha seguido durante mucho tiempo la misma filosofía, demostrando que cultivar un guardarropa duradero es mucho más elegante que perseguir un carrusel interminable de novedades.
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