
La institución papal tiene siglos de historia, pero no todos los prelados han dejado una huella tan profunda como Juan Pablo II. Su papado le dio un giro al devenir histórico de la humanidad, al marcar un antes y un después, no sólo en lo religioso sino también en lo cultural y en lo político. No se limitó a dictar encíclicas, su activismo tuvo eco e impacto hasta en el más apartado villorrio del más lejano país de los cinco continentes. Si hoy se hiciera una encuesta para medir la perpetuidad de una imagen, de una voz y de los resultados de un pontificado, sin duda Karol Wojtyla obtendría un incuestionable y agradecidísimo sobresaliente.
Porque ciertamente con Juan Pablo II el agradecimiento es infinito, por todo el bien que sus acciones y decisiones prodigaron. Porque la fumata blanca con el consabido habemus papa del 16 de octubre de 1978, que lo convirtió en el primer Papa no italiano en cuatro siglos, es un hito en la Iglesia Católica. Aquel año, además, hubo tres papas: Pablo VI impulsor del espíritu aperturista del Concilio Vaticano II, Juan Pablo I quien murió a los 34 días de su elección y el Papa polaco que adoptó el nombre de Juan Pablo II.
Wojtyla rompió viejas tradiciones en la santa iglesia católica apostólica y romana al ser el primer pontífice polaco, pero también logra revitalizar la fe cristiana después de la muerte de su predecesor. Aún objeto de todo tipo de especulación en torno a las verdaderas causas de su deceso. De suyo, nunca ha dejado de hablarse de asesinato.
Con ocho meses como Papa decidió visitar su tierra natal. Allá llegó en junio de 1979 y su voz sonó con gran fuerza en Varsovia ante más de un millón de personas, cuando dijo, “vosotros sois católicos, vosotros sois polacos, vosotros sois jóvenes. El futuro les pertenece”. Este viaje fue para conmemorar el milenio de la evangelización de Polonia, pero el Kremlin -siempre paranoico como toda tiranía comunista- lo interpretó como una seria amenaza.
No estaban del todo equivocados, pues a partir de aquel momento se fracturó el iceberg ideológico de la guerra fría y el telón de acero empezó a resquebrajarse. Era cuestión de tiempo para que los dos bloques -el capitalismo occidental y el comunismo de la Unión Soviética y de China- se hicieran pedazos.
Por aquellos tiempos Leonid Brezhnev era el primer secretario del Partido Comunista de la URSS. El mismo que le exigió a su homólogo polaco que convenciera a Juan Pablo II de fingir una inesperada enfermedad y cancelar la visita a Polonia. Por supuesto, que ni aquel comunismo que parecía indestructible pudo impedir que el Papa pisara el suelo de su patria. En el propio centro de Varsovia sus emocionados compatriotas escucharon las palabras de su paisano: “Desciende tu espíritu ¡y Renueva la faz de la tierra! ¡De esta tierra!”.
Aquel entusiasmo, muy poco usual en los regímenes comunistas, fue la génesis del Sindicato Solidaridad, con Lech Walesa como líder del movimiento obrero. Walesa se enfrentó al comunismo soviético, condujo la resistencia, estuvo preso, luchó por la democracia y en 1990 fue electo Presidente de la república, cargo que ocupó hasta 1995. En 1983 fue galardonado con el premio Nobel de la Paz.
Wojtyla y Walesa lograron lo impensable de cara a la férrea y hermética Unión de República Socialistas Soviéticas. Un poder en apariencia invencible, cuyo desmoronamiento se aceleró con la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989. Tres años después los países que formaban parte de la URSS habían recuperado su independencia, luego de 70 años de control absoluto por parte del comunismo soviético.
Aquella gesta a finales del siglo XX tuvo en el papa Juan Pablo II a un certero y verdadero guía, que comprendió que no solo su país debía liberarse de las garras de la URSS, sino que Europa como continente, corría un serio peligro y también nuestra civilización occidental.
Lolekcomo lo llamaban, nació el 18 de julio en 1920 en Wadowice. Vivió con intensidad su juventud y destacó por su devoción y apego al estudio, pero también por su fortaleza física e incansable actividad. Estudió literatura, filosofía y oratoria en la Universidad de Cracovia y participó en grupos de teatro. Pero todo aquello voló por los aires en el verano de 1939, cuando los carros de combate del Tercer Reich barrieron la frontera entre Polonia y Alemania al comenzar la segunda Guerra Mundial.
Agridulces
Rodrigo Paz le ganó a Éste Quiroga en el balotaje. Ambos candidatos les garantizaban a los bolivianos un saludable distanciamiento del MAS y del llamado evismo. Esta es una muy buena noticia para el continente, para la libertad y para la democracia.
Últimas noticias de última hora Portal de noticias en línea