C4 Trío tiene un truco para globalizar la cultura venezolana

C4 Trío tiene un truco para globalizar la cultura venezolana

Hay dos formas de acercarte a C4 Trío, si aún no lo has hecho.

Uno está escuchando sus 11 álbumes. El primero, de 2006. C4 Tríoya contiene lo que la banda debía ser desde el principio: los tres cuatro jugadores, Héctor Molina, Jorge Glem y Edward Ramírez, además de varios colaboradores ilustres como Aquiles Báez. El cuatro Es el instrumento tradicional de 4 cuerdas de Venezuela. Hay canciones tradicionales de varias regiones de Venezuela, interpretadas con la cuidadosa audacia de la banda; un clásico de Onda Nueva, “Carretera”; y jazz: “Una noche en Túnez”, el estándar de Dizzie Gillespie, convertida en Caracas merengue mezclado con un San Benito explotary el “Mambo Influenciado” del maestro cubano Chucho Valdés. La lista de piezas está diseñada para desorientarte con cada pista. Pero es, sobre todo, un manifiesto que dice: «Esto es todo lo que podemos hacer y hay más por venir». En el siguiente álbum, Entre Manostambién producida por Báez, ya se intuye el salto de madurez, ya no son niños que necesitan demostrar lo buenos que son. Tienen un disco con el cantante sucrense Gualberto Ibarreto, uno con la banda de ska Desorden Público, uno con el cantante Rafael “el Pollo” Brito, uno con el mandolinista brasileño Hamilton de Holanda y uno con el salsero nicaragüense Luis Enrique. Tiempo al tiempoque ganó un Grammy Latino como mejor álbum folklórico, mientras que el cuarto integrante de la banda, el bajista Rodner Padilla, quien ahora es el cuarto integrante de este trío que en realidad es un cuarteto, ganó otro por su arreglo del tema “Sirena”. También cuentan con recopilatorios y un álbum navideño de 2023. Esta extensa discografía también ofrece muchas oportunidades para explorar un mismo universo, para diferentes públicos, no necesariamente venezolanos.

Otra posibilidad es verlos en vivo, entender por qué la alusión a un explosivo, el C4, está en el juego de palabras de su nombre. Para presenciar su truco más famoso: entrelazar los brazos para jugar tres cuatros entre tres, acompañados de Padilla. Dirigir esa energía juvenil, esa alegría que muestran en el escenario, a la curiosidad de nuestros niños que no crecieron en Venezuela ni fueron testigos del poder de un pajarillo.

Actualmente están de gira. En 2025, les quedan al menos nueve conciertos en Estados Unidos y Canadá; con su espectáculo más ambicioso hasta la fecha el 13 de noviembre en el Miami Arsht Center for the Performing Arts. Es una agenda exigente, pero la ocasión merece la pena: C4 Trío cumple 20 años. Es hora de repasar su historia y entender lo que este proyecto ha hecho por el cuatro y para la música venezolana, precisamente en los años en que la nación ha estado sometida a todos los factores que se puedan imaginar para obstaculizar la expresión cultural.

algo diferente

Como muchas grandes bandas, la historia de C4 Trío comenzó con un puñado de músicos jóvenes, talentosos y ambiciosos que se hicieron amigos y descubrieron que tenían objetivos comunes. Glem vino de Cumaná, Molina de Mérida, y en Caracas conoció a otros músicos que fueron sumando años más a una vida de música. “Héctor y yo teníamos un conjunto con Rafael Ramírez en el IUDEM”, recuerda Jorge Glem. «Héctor tocaba el cuatro, yo tocaba la mandolina y Rafael el contrabajo. Hicimos un arreglo de ‘Zumba que zumba’ que luego apareció en el disco con Gualberto Ibarreto y empezamos a tocar juntos». “C4 Trío fue un proyecto que nació de forma espontánea, no fue algo que planificamos”, afirma Héctor Molina. “Nos invitaron a tocar en un concierto el 24 de noviembre de 2005, en el CELARG, organizado por nuestro amigo Edwin Arellano con la Fundación Multifonía. Allí íbamos a tocar Jorge Glem, Edward Ramírez, Rafael Martínez y yo, solo canciones para cuatro. Decidimos que sería bueno hacer algunos duetos y luego algunas canciones juntos al final, como cuarteto. Lo que pasó allí ese día fue tan chevere que decidimos continuar con ese formato. Por eso elegimos el 24 de noviembre como fecha de fundación”. Poco después, Rafael Martínez se mudó a San Cristóbal y el cuarteto se convirtió en trío: Edward, Jorge y Héctor. Cuando llegó el momento de grabar su primer disco, en el sello Guataca Records de Ernesto Rangel, Edward resolvió una larga discusión sobre el nombre del grupo con la idea de “C4 Trío”.

Una confluencia de mundos

“Todos estábamos cuatro estudiantes, provenientes de mundos diferentes, que se fusionaron en búsquedas similares”, dice Edward Ramírez, definiendo los tres componentes del proyecto: apertura al mundo, conocimiento del patrimonio tradicional y calidad en el escenario de clase mundial: “Queríamos sumergirnos en otros estilos de música, entendiendo al mismo tiempo nuestras raíces tanto como fuera posible, y elevar nuestra interpretación y producciones”. Molina señala que en ese momento las agrupaciones de música instrumental venezolana estaban en auge. “Grupos como Ensamble Gurrufío, El Cuarteto, Raíces y Onkora fueron una inspiración. Pero también coincidimos en que nos gusta todo tipo de música y que somos melómanos. Entonces, además de la música tradicional o de raíces venezolanas, nos gustaban otros tipos de música como el jazz, el rock, el pop y la salsa. Y todo eso de alguna manera se reflejaría en nuestro enfoque hacia el cuatro.”

Glem quería aprovechar el potencial del cuatro para la percusión, explorando todo el rango del instrumento con un conjunto de cuatros que se complementaron y se dieron permiso para inventar. Ramírez quiso continuar el trabajo de su maestros y dar rienda suelta al instrumento dentro y fuera de la música venezolana. “Ese es uno de los mayores objetivos del C4 y lo hemos ido logrando poco a poco, aunque aún queda mucho por hacer”.

«C4 Trío ha sido un grupo que no se ha puesto límites. Y por eso a veces es difícil clasificar. Creo que parte de nuestro aporte ha sido esta visión de que no hay límites ni para la música ni para el instrumento».

Gerardo Guarache, autor del libro C4 Trío y la leyenda de los cuatros explosivosseñala que «C4 Trío demostró que el formato tradicional de ensamble se puede alterar con tres cuatristas, no solo con uno, y que la música venezolana también puede ser un buen espectáculo. El mismo nacimiento del grupo fue un emprendimiento atrevido, pero poco a poco fueron demostrando que eran más que un grupo tradicional, sino intérpretes de música en general». Soraya Rojas, su primera manager —cuya temprana muerte es una de las pérdidas en la historia de C4 Trío, junto con la de su primer bajista, Gustavo Márquez, y su primer productor, el legendario Aquiles Báez—, los indujo a cambiar costumbres en la partitura y en el escenario. «Desde que aparecieron en escena», continúa Guarache, «ya estaban estudiando a Pat Metheny, Bela Fleck y Djavan, se reunían para verlos tocar en DVD. Desde su primer disco, tienen esa inquietud cosmopolita. Volver a 4 es uno de mis álbumes favoritos porque muestra hasta dónde los ha llevado su libertad. Pero siempre sonarán venezolanos; El tejido del grupo está hecho de eso. Esa amplitud les permite tocar en una fiesta venezolana o en un festival de jazz o músicas del mundo, o en un ambiente de música alternativa o académica, y se manifiesta en todas las colaboraciones que han hecho con personas que van desde Gualberto Ibarreto y Oscar D’León hasta Desorden Público, y el trabajo que hacen como solistas”. h

Porque todos tienen carreras fuera de C4 Trío. Edward Ramírez formó El Tuyero Ilustrado con Rafa Pino (un proyecto para reinventar el género muy específico de joropo central) and an album with jazzmen Roberto Koch and Carlos “Nené” Quintero. Héctor Molina has a solo album, Girosy colabora regularmente con músicos tradicionales y sinfónicos como Pacho Flores y Rafael Payare, director de la Orquesta Sinfónica de Montreal. Jorge Glem grabó la canción de Gonzalo Grau Odisea with the Simón Bolívar Symphony Orchestra conducted by Gustavo Dudamel; he has a solo album, En El Cerrito; y dos álbumes de dúo de jazz, En forma de cuerdacon el pianista César Orozco, y Brooklyn-Cumaná, con el acordeonista estadounidense Sam Reider. Y Rodner Padilla es un bajista y arreglista muy solicitado, que, entre muchos otros álbumes, grabó su concierto para bajo eléctrico y orquesta con la Sinfónica de Miami, dirigida por Eduardo Marturet.

“Héctor estudió guitarra clásica en Mérida, y Jorge estudió mandolina clásica, siendo natural de Sucre estudiando en Caracas”, dice Guarache. «Gonzalo Teppa, contrabajista que ha tocado con ellos, llamó a Edward ‘el Bill Evans de la música venezolana’ porque se formó como un maestro de la armonía. Rodner es el más versátil del grupo, como todo buen bajista, y no se ciñe a los parámetros del folklore».

Ahora el Cuatro está de moda

Para Héctor Molina, «C4 Trío ha sido un grupo que no se ha puesto límites. Y por eso a veces es difícil clasificar. Creo que parte de nuestro aporte ha sido esa visión de que no hay límites ni para la música ni para el instrumento. Y ahora nos complace ver que muchos niños están inmersos en el cuatro, haciendo cualquier tipo de música. Siempre partiendo del folklore, que es el ámbito originario del cuatro». cuatropero sin poner límites a los estilos musicales”. Jorge Glem defiende el esfuerzo por visualizar la cuatro como instrumento universal, camino ya recorrido por Cheo Hurtado y el “Pollo” Brito. “Para demostrar que el cuatro puedo tocar cualquier género, para no tener miedo de otros géneros u otras ideas un poco alejadas de la música tradicional venezolana”. Edward Ramírez enfatiza que “toda la música que hacemos tiene un pie en las raíces de la música venezolana, sin importar el estilo que estemos trabajando. Vivir en el extranjero nos da la oportunidad de compartir tiempo con diferentes músicos que tienen una visión diferente, y eso alimenta nuestra música. Y eso es evidente en los proyectos que hemos podido completar, como Tiempo al tiempo. Dice mucho sobre lo importantes que son esas conexiones. Pero también es evidente en la música de Volver a 4producido por un increíble músico de la banda estadounidense Snarky Puppy. Hicimos una gira con ellos en un autobús hace un par de años en Estados Unidos. Esas experiencias son enormes para alimentar nuestra música”.

Para Glem, la emigración ha significado aprender que un músico venezolano no debe llegar a algún lugar “con la idea de que venimos del mejor país del mundo y tenemos el mejor instrumento, porque eso inmediatamente obstaculiza la posibilidad de colaborar con otros músicos que ven a su país y a sus instrumentos de la misma manera”. Molina está de acuerdo: «Cuando compartes tiempo con músicos locales, comienzas a aprender sobre su cultura e incorporas esos elementos, esas otras perspectivas y herramientas a tu experiencia. Esto te da una percepción más amplia de lo que significa la música, aumenta tu capacidad de adaptación y te permite integrarte mejor en otros mundos. Es una excelente manera de convertirte en un músico con un espectro más amplio y menos de una identidad local».

Molina entiende a los guardianes de la tradición pero defiende el derecho a innovar. “La música es un arte dinámico que cambia constantemente y siempre habrá interrupciones en la norma. cuatro que se construyeron hace 50 o 60 años no se parecían a los que se hacen hoy. Y lo mismo ocurre con todos los instrumentos y las personas que los tocan. Por supuesto, sobre todo al principio recibimos algunas críticas. Pero con el paso de los años, a medida que el proyecto se consolidó, mucha gente empezó a comprender que, aunque utilizamos el folklore como base, no somos un grupo de música folklórica. Hoy en día hay mucha más apertura a la innovación. En Venezuela, la incorporación de la música popular a los programas de formación del sistema de orquestas nacionales ha propiciado que una generación de intérpretes de instrumentos populares como el cuatroel maracasel bandolay el arpa venezolana, quienes ya cuentan con formación musical formal. ¿Qué está pasando con el cuatro Es sorprendente: lo juegan niños de tan solo 13 o 14 años, algo impensable hace apenas unos años. la evolución la cuatro lo que está pasando parece no tener fin”. “C4 Trío ayudó a que los jóvenes se interesaran por la cuatrohaciéndolo cool”, dice Guarache. “Cuando viajan a Venezuela y abren talleres, reúnen a 300 niños que los ven como ídolos. Ni siquiera el Ensamble Gurrufío, un grupo increíble, generó ese entusiasmo”.

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