
Brasil escapó del peor escenario en la guerra comercial iniciada por el presidente estadounidense, Donald Trump, con un arancel «recíproco» mínimo del 10 por ciento a los productos del país. El mercado local quedó en ventaja frente a sus principales competidores en el sistema de comercio global, como la Unión Europea (UE), que es objeto de un recargo del 20 por ciento.
Aun así, «si hay una caída brusca de la demanda debido a una recesión global, es posible que ningún país salga ganando, ni siquiera desde una perspectiva sectorial», advierte Lucas Ferraz, coordinador del Centro de Estudios de Negocios Globales de la Fundación Getúlio Vargas (FGV) y secretario de Comercio Exterior de Brasil entre 2019 y 2022.
Una eventual represalia del Gobierno brasileño y la inestabilidad del dólar también podrían encarecer los productos importados e impulsar la inflación, que ya es elevada.
No obstante, a largo plazo, el cierre del mercado estadounidense debería redireccionar los flujos comerciales hacia Brasil. El resultado sería un aumento de la oferta y una consiguiente caída de los precios. «Es un equilibrio aún muy difícil de prever», explica Ferraz. «Pero, ciertamente, es un escenario muy preocupante para la economía global», subraya.
Brasil «no quedó tan mal»
Estados Unidos acusa a menudo a Brasil de imponer aranceles relativamente altos y otros tipos de barreras a las importaciones, sobre todo de sector automotriz, etanol, productos químicos y acero. Sin embargo, la balanza comercial entre las dos mayores economías de América ha sido superavitaria a favor de los estadounidenses durante 15 años; es decir, exportan más de lo que importan.
Como el aumento arancelario de Trump se calculó en base al déficit de Estados Unidos con otros países, Brasil terminó siendo blanco del arancel mínimo del 10 por ciento. El valor es mucho menor que la tasa inicialmente impuesta a pares como Japón (24 por ciento), India (26 por ciento) y China (34 por ciento). «En términos relativos, Brasil no quedó tan mal», destaca Ferraz.
Trump ya había impuesto aranceles del 25 por ciento a las importaciones de acero y aluminio, que afectan a las exportaciones brasileñas. Sin embargo, según el economista jefe de MB Associados, Sergio Vale, las repercusiones económicas para Brasil tienden a ser leves: «La economía brasileña crecerá menos, habrá un poco más de desempleo, pero la guerra arancelaria no tendrá un impacto tan dramático en nuestro escenario económico».
En cualquier caso, el entorno global más adverso presiona a economías emergentes como la de Brasil. Los mercados financieros están nerviosos: los anuncios arancelarios han hecho caer las bolsas de todo el mundo. Hay temores de que un empeoramiento del entorno empresarial debilite la actividad económica estadounidense.
El banco de inversión Goldman Sachs incluso aumentó del 35 al 45 por ciento la probabilidad de que Estados Unidos entre en una recesión (generalmente caracterizada como un período de dos trimestres consecutivos de contracción del PIB).
El alza de aranceles debe afectar la inflación
Para Brasil, la crisis internacional llegaría en un momento en que las condiciones internas ya están empeorando. El mes pasado, el Banco Central elevó la tasa de interés base en 1 punto porcentual, al 14,25 por ciento, el nivel más alto desde 2016. Una de las justificaciones de la decisión fue la incertidumbre arancelaria.
Sumada a la desaceleración de los sectores de comercio, servicios e industria, la guerra comercial contribuirá a un aumento de la tasa de desempleo, actualmente en el 6,5 por ciento, dice Vale, de MB Associados. «La economía crecerá entre un 1,5 y un 2 por ciento, aproximadamente, la mitad del crecimiento del año pasado. Esto tendrá implicaciones para el mercado laboral”, predice.
Otro factor que complica las perspectivas es la respuesta de los países afectados. China ya respondió y desató contrarrespuestas estadounidenses, mientras la UE discute su respuesta. Y, en Brasil, el Congreso aprobó un proyecto de reciprocidad con instrumentos para responder, pero eso podría aumentar la inflación brasileña. «No creo que Brasil quiera entrar en una guerra comercial, porque nuestra inflación no es baja», especula Vale.
El economista ve riesgos relacionados con el sector alimentario. La postura proteccionista de Estados Unidos podría llevar al agronegocio brasileño a exportar más soja, maíz, carne y otros productos a China. A corto plazo, la medida reduciría la producción para el consumo interno. Pero, a largo plazo, el efecto sería el contrario.
La volatilidad del dólar, depreciado en medio de expectativas pesimistas para la economía estadounidense, también podría provocar ajustes de precios. Pero la guerra comercial aún podría provocar una avalancha de inversores hacia la seguridad de la moneda estadounidense, lo que encarecería el dólar, según un análisis del banco holandés ING.
Oportunidades para Brasil
El aumento del proteccionismo estadounidense también abre una ventana de oportunidades para Brasil, que podría afectar positivamente las finanzas familiares. «Mirando la guerra comercial que se avecina, tenemos una economía con potencial positivo precisamente en los sectores en los que más producimos, que son las materias primas agrícolas, la minería y el petróleo”, destaca Vale.
Para el economista André Valério, del Banco Inter, «el hecho de que Brasil tenga menos impuestos hará que nuestros productos sean relativamente más competitivos en relación a otros países, lo que podría permitir mayores exportaciones a Estados Unidos».
(EM)