Sólo unos días después del derrocamiento de Bashar al Asad llegamos a Damasco, la capital de un país marcado por alrededor de 14 años de guerra. «Siria le da la bienvenida”, está escrito en un cartel en la entrada al país desde el Líbano. De hecho, el cruce fronterizo transcurre sin problemas.
En el primer puesto de control nos reciben calurosamente cuatro jóvenes barbudos.
“Por fin soñar con un futuro mejor”
Ya en la capital, el aspecto urbano de Damasco apenas ha cambiado desde el comienzo de la guerra, pero 14 años han dejado a la gente marcada y exhausta, y eso se puede ver en sus rostros. Hay mucha gente festejando, les alegra el derrocamiento del régimen que aplicó mano de hierro durante más de cincuenta años.
«Creo en un futuro mejor», dice una joven siria. «Y por fin puedo soñar con un futuro mejor”, afirma su amiga.
A pocos metros se encuentra el estudiante Nour: «La situación es actualmente mucho mejor de lo que esperábamos. Hacemos un llamamiento a los nuevos gobernantes para que la mantengan así. También deben proteger a las minorías».
A pesar de toda la alegría, él y sus amigos también tienen miedo al futuro: «Pero esperamos que los nuevos gobernantes no den ninguna razón para ello. Lo más importante ahora es que los intelectuales y laicos también participan en la construcción de la nueva Siria». y no dejen el escenario a un solo partido».
Sara, una joven que está cerca, dice que «los jóvenes de hoy son más conscientes del problema que aquellos que iniciaron la revolución en 2011» y añade que «todos buscan un hogar para todos los sirios”. Para ella también es importante «poder expresarse como mujer”.
Luto por los asesinados
Cambio de lugar. De la alegría al luto. Delante de la cárcel Sednaya, hay cientos de personas que quieren identificar los cadáveres de sus seres queridos, muchos de ellos primero torturados y después asesinados. Delante del hospital hay 35 cadáveres. Los familiares suben fotos de sus parientes en sus celulares para compararlas con las imágenes de los difuntos.
En el tanatorio hay cadáveres, en parte, mutilados. Umm Ahmed pudo identificar a su hijo. «Me dijeron entonces que lo matarían y lo tirarían, y no sabrás dónde. Ahora finalmente encontré su cuerpo», dice la mujer entre lágrimas. «Al menos ahora sé dónde está su tumba y puedo visitarla».
Preocupación por el extremismo
Mientras muchas personas ondean banderas de la nueva Siria y numerosas fotografías del líder de la milicia dominante Hayat Tahrir al Sham (HTS), Ahmed al Sharea, conocido como Mohamed al Jolani, frente a la mezquita de los Omeyas, en los dos barrios predominantemente cristianos reina un ambiente notable diferente. La gente menciona el hecho de que Al Jolani había declarado anteriormente lealtad a Al Qaeda, aunque luego se distanció públicamente de ella.
Pero no todos lo creen, y aún menos las minorías. Michel, propietario de una empresa importadora de material médico, tampoco niega su temor. Esto también tiene que ver con el hecho de que sus familiares trabajaban para el régimen. «Pero a nivel personal soy cautelosamente optimista, también por la mejora del precio del dólar y con vistas a un posible levantamiento de las sanciones», dice.
Muchos jóvenes milicianos están frente al antiguo edificio de la Agencia de Inteligencia de la Fuerza Aérea. Vigilan las entradas para proteger los archivos y documentos, que luego se utilizarán para examinar lo ocurrido en la era Al Asad.
Iniciativas de la sociedad civil
Además de las milicias con motivaciones religiosas y políticas, la sociedad civil secular también está comprometida con un nuevo comienzo. Su principal preocupación es evitar que se monopolice el poder en el país. El abogado Anas Yudeh organiza actualmente seminarios y reuniones en las que se discutirán los próximos pasos. La forma en que trabajan actualmente las autoridades de transición genera preocupaciones políticas, nos dice el abogado. Razón de más para contar con un plan claro para la transición hacia el nuevo futuro del país.
Anas Yudeh cree que en la oposición secular están preocupados por el fuerte papel desempeñado por Al Jolani. En la práctica, dirige el país y también es la persona de contacto para los gobernantes extranjeros. Sin embargo, en última instancia, no está legitimado.
En el peor de los casos, Siria podría evolucionar de forma similar a la de Irán tras la caída del sha, teme la feminista y activista Raja Tanjour. Después de la revolución surgió allí un régimen islamista. Otra mujer añade: «Si, a pesar de todo, las fuerzas extremistas logran prevalecer en la nueva Siria, la última opción sería abandonar el país».
(rmr/ers)