El año que viviremos peor y en peligro

El año que viviremos peor y en peligro

El 2026 será el peor para Venezuela en más de un siglo, porque todas las condiciones que miden la calidad de vida de una sociedad han empeorado sustantivamente en su conjunto y la superación de esta especie de “Tormenta perfecta” en progreso que padecemos no se avizora en el horizonte cercano; más bien lo factible es su escalamiento a niveles sin precedentes. Ya no competimos ni compartimos en el terreno de los avances civilizatorios con los países más avanzados de Latinoamérica, sino con los más atrasados y en particular, nos vamos encaminando hacia un el estado en el que parecido al de Cuba. No en balde ese es el espejo y el paradigma de quienes tienen secuestrado al Estado venezolano.

Por si lo anterior fuese poco, ahora estamos inmersos en un inédito e inopinado enfrentamiento con Estados Unidos que puede escalar hasta en un enfrentamiento militar. De este escenario el responsable es el régimen chavista por su empeño –por demás perjudicial para los intereses de la nación venezolana- en adelantar una política internacional que, sin mediar provocación o acción alguna de parte de Estados Unidos, ha convertido al Estado venezolano en una amenaza real y creciente para la seguridad y los intereses nacionales de ese país.

El nivel de enfrentamiento actual es consecuencia del irrespeto a los acuerdos de Barbados y lo ha perpetrado el chavismo con el fraude del 28 de julio del 2024.

Algunos, calculan y opinan –incluyo en esto a la nomenclatura gobernante- que las cosas no van trascender lo ya ocurrido: amenazas verbales continuas, sanciones, hundimiento de lanchas, embargos, despliegue aeronaval en el borde de las costas venezolanas, sobrevuelo de aviones militares sobre territorios nacional, bloqueo marítimo a buques de la llamada Flota fantasma; y que llegados al punto en que esas acciones no logren los objetivos propuestos, se producirá su desactivación y sobrevendrá una suerte de coexistencia pacífica, no exenta de riesgos, de Estados Unidos con el régimen venezolano.

Difiero de quienes opinan de la manera anterior. Estados Unidos no puede -a menos de que se produzcan eventos sobrevenidos de gran calado y consecuencias muy potentes dentro de sus fronteras o allende las mismas- llegar adonde ha llegado y retirarse sin más, sin ganancias reales que puedan considerarse y ser presentadas como una victoria. Hacerlo supondría regalarle una victoria enorme a Maduro y una demostración de debilidad sumamente costosa de la que ninguna potencia –que lo sea o presuma de tal- puede darse el lujo y menos en un momento de reconfiguración del orden internacional.

Si se compara el actual estado de cosas con el precedente a los sucesos del 28 de julio del 2024, no puede decirse que nada ha ocurrido. Ha ocurrido y mucho a pesar de que parece que la voluntad de resistir del gobierno Maduro luce, desde afuera, inconmovible. No descarto que en su seno haya “mar de fondo”, tensiones y, por decir lo menos, mucha preocupación por el futuro. Están ante la mayor amenaza a su continuismo en el poder.

Todas las informaciones, desde un tiempo para acá, sin que sean desmentidas, afirman que EEUU se prepara intensamente para recobrar su influencia y capacidad de determinación en Latinoamérica –con especial énfasis en Venezuela-, usando su poderío militar si es necesario. Y no parece que la mención al recurso de las armas se circunscriba a lo propagandístico.

El país debe prepararse para un posible enfrentamiento militar que debería efectuarse en el transcurso del año que comienza. Su formato, su dimensión, su alcance y momento lo determinará Washington de acuerdo a sus intereses, objetivos y evaluación de cuándo y dónde lo considere conveniente.

Ese escenario puede y debe ser evitado, lo conveniente y realmente patriótico es evitarle a Venezuela esa experiencia. Corresponde al régimen hacerlo, comprometiéndose a impulsar un proceso de negociación creíble y sostenible, hacia una transición a la vigencia efectiva de la Constitución, que comenzaría, necesariamente, con el reconocimiento de la elección de Edmundo González como Presidente de la República.

Guardando las distancias y previsiones del caso, algo parecido a lo que hizo el Sandinismo en Nicaragua cuando perdió las elecciones con Violeta Chamorro en 1990.

Les deseo un Feliz Año a todos.

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