
Venezuela ha transitado en los últimos 25 años de una fecunda bonanza petrolera a la ruina financiera más pronunciada del hemisferio en tiempo de paz. No solo tiene el mismo PIB que tenía hace dos décadas, según el Banco Mundial, sino un porcentaje idéntico de PIB. «La lucha contra la pobreza ha sido total fracaso», vaticina Marino Alvarado, un experimentado defensor de DD. HH. La dependencia al petróleo, las sanciones económicas y la crisis política conjuraron la caída. Informe especial de nuestra retrospectiva 2025.
Cuando Hugo Chávez Frías tomó posesión el 2 de febrero de 1999, Venezuela sufría una de las peores crisis de su historia moderna, tras dos décadas de deterioro acumulado que sumieron en la pobreza a cerca del 80% de la población —el 20% en pobreza extrema—, según cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística venezolano (INE).
La esperanza del cambio que pregonaba el caudillo militar se plasmó en una nueva Constitución. Pero la relativa mejoría de la inflación y el PIB de los primeros dos años se eclipsaron por un convulso 2002, en el que la caída de los precios del petróleo, el intento de golpe de Estado contra Chávez y un paro nacional dispararon la inflación a más del 30% y contrajeron el PIB de 8.9%.
La revolución chavista, condicionada a la fluctuación del precio del crudo y la inestabilidad política, no lograba enraizar en Miraflores, hasta que la victoria del referendo revocatorio de 2004, sirvió a Chávez para asestar un duro golpe a la oposición.
Con renovado respaldo político, consolidó una serie de programas de redistribución social conocidos como «misiones”, como la Misión Barrio Adentro, para llevar la atención médica a los barrios; la Misión Robinson, encargada de la alfabetización; o la Misión Mercal, de distribución de alimentos.
Petróleo y derroche
“Les dieron muchísimo dinero a las misiones sin mayor control, lo que derivó en una enorme corrupción, sumada a una gestión ineficiente”, denuncia Marino Alvarado, coordinador jurídico de Provea, una reconocida ONG de DD. HH. activa en Venezuela desde 1988.
Como ejemplo del caudal de dinero destinado a las misiones, Alvarado recuerda que «la Misión Barrio Adentro tenía más presupuesto que el que tenía toda la república de El Salvador». Lo respaldan las cifras del Observatorio Venezolano de la Salud que estiman en 3.167 millones de dólares la asignación a ese programa.
Un gasto público de ese calibre fue posible gracias al precio del crudo, que paso de rondar los 10 dólares por barril en 1998, a rebasar los 100 dólares en 2008. Las rentas petroleras pasaron de 12.178 millones a los 50.000 millones, lo que permitió financiar las políticas sociales del caudillo militar.
La bonanza petrolera triplicó el PIB entre 2002 y 2008, según datos del Fondo Monetario Internacional.
“Pasamos de un 78% de pobreza a un 35% en esa primera década”, remarca Charles Giuseppi, Politólogo y doctorante en estudios políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Simón Bolívar (Caracas), amparado en los datos del INE.
Pero época dorada de las misiones se apagó en 2012, su declive coincidió con el descalabro de los precios del petróleo —primero en 2009 y, tras un repunte de dos años, a partir de 2014—.
“Esta situación demuestra el fracaso de las misiones sociales y la enorme pérdida de recursos supermillonarios en programas cuyo resultado, a mediano plazo, fue parar la pobreza por varios años, pero al final la terminó incrementando”, comenta Alvarado.
Cuando Chávez murió de cáncer en marzo en 2013, los cimientos del Estado de bienestar ya colapsaban por su dependencia al crudo.
Ese semestre, la cifra de pobreza aumentó un 5,8% y la pobreza extrema un 2,7%, según el dato publicado un año más tarde por el INE. “Desde entonces, no existe ninguna estadística oficial publicada que mida la pobreza por el Estado venezolano”, denuncia el coordinador jurídico de Provea.
De la bonanza a la escasez
La crisis que enfrentó Nicolás Maduro tras su ascenso fue multifactorial: el desplome del precio del petróleo y, después, el bloqueo económico estadounidense coincidieron, casual o aleatoriamente, con el desangre financiero del país.
En un periodo que Marino Alvarado describe como “un progresivo deterioro del sistema económico”, los precios del petróleo, en 103 dólares en 2012, comenzaron a desmoronarse paulatinamente hasta los 47 al inicio de 2015, año en el que el PIB se contrajo un -6,2%.
“Eramos productores de azúcar, café, arroz y tuvimos que empezar a importar”, ilustra portavoz de Provea.
A pesar del repunte de los precios del petróleo en 2016, la producción de crudo venezolano no levantó cabeza, debido, en gran medida, a las sanciones financieras estadounidenses que aislaron a la industria de los mercados internacionales. Las primeras llegaron con Barack Obama en 2015, quien congeló las cuentas de algunos funcionarios chavistas.

La primera Administración de Donald Trump escaló drásticamente las sanciones en 2019, año que representó el bloqueo económico total.
La medida congeló todos los bienes del Gobierno chavista, suspendió del intercambio petrolero –que en 2017 alcanzó los 500.000 barriles diarios enviados a EE. UU.– y estableció sanciones a terceros países que comerciaran bienes no esenciales con Venezuela.
Charles Guiseppi, que se identifica «con el chavismo en algunos aspectos», sostiene que «el factor medular» del colapso económico fue la imposición de sanciones económicas, si bien reconoce otros factores como la caída de los precios del petróleo.
En contraste, Alvarado, crítico del chavismo, defiende que “la pobreza no es consecuencia de las sanciones”, sino que “está vinculada a una mala política económica en la que es responsable el Estado». Además, no ve una entre la crisis y el precio del petróleo.
Despensas vacías
El declive de la revolución bolivariana llegó a los supermercados. La escasez vivió su peor momento a partir de 2016, entonces el país llegó a recibir solo 30 euros por barril de petróleo, en un momento en que el crudo representaba el 96% de las exportaciones.
“No conseguías papel higiénico, jabón, arroz, ni azúcar, ni harina”, narra Alvarado, al recordar “un momento que igualó al rico y al pobre, porque los dos tenían el mismo sufrimiento”.
El encarecimiento de los precios rompió todos los techos: del 181% en 2015 a la zona de hiperinflación un año más tarde con un 274%. Para 2018, la estadística registró un letal 130.060%. La inflación fue tan alta que extinguió las monedas en Venezuela y, por poco, el bolívar, con una dolarización En realidad.
“Se da una crisis por el precio del petróleo porque como país exportador dependemos de los hidrocarburos y caen los estándares de vida que habíamos conseguido con el presidente Chávez”, describe Giuseppi.

Algunos reportajes de ese tiempo revelaron que algunas personas que se alimentaban principalmente de las frutas del arbolado urbano y la cocción con leña se popularizó a fuerza, en un país que poseía las octavas mayores reservas de gas natural del mundo, pero no tenía cómo almacenarlo.
“Esto que generó un problema ambiental porque la gente talaba los árboles para cocinar”, ilustra el portavoz de Provea.
Amnistía Internacional informó en 2018, punto álgido del desabastecimiento, de “un déficit de suministro de medicamentos del 80% o 90; la mitad de los hospitales sin funcionar, y el personal médico de los centros públicos reducido en un 50%”.
La diáspora venezolana se materializó. Unos 7,8 millones de venezolanos han abandonado el país por la crisis, más de un cuarto de la población total.
Decenas de miles de ellos cruzaron el continente a pie hasta EE. UU., sin más pertenencias que las que podían soportar sobre la espalda. Caminaron por el margen de las carreteras, atravesaron Colombia y se enfrentaron a la voracidad del tapón del Darién, el punto más letal para los migrantes con rumbo a EE. UU., según cifras de la OIM.
Este año, 600.000 de esos venezolanos en EE. UU. fueron empujados a la clandestinidad después de que el Gobierno de Donald Trump les retirara el Estatus de Protección Temporal (TPS), que les permitía vivir y trabajar legalmente.
¿Salida del régimen?
Hoy el salario mínimo en Venezuela es de 0,50 dólares al mes, lo que reciben más de 5 millones de jubilados.
“La gente vive de remesas. Tengo amigos, profesores universitarios, que me han dicho que ya no saben qué vender de todo lo que han vendido de su casa”, relata Marino Alvarado, antes de ahondar en la situación de uno de ellos, que “gana 10 dólares por ser catedrático en la Universidad Central de Venezuela».

En este contexto, Alvarado ve factible una “negociación política entre el Gobierno de Maduro y la oposición, que lleve a una salida pacífica a la crisis”. Eso sí, sabe que “esta negociación no va a venir si no hay presión”.
Así parece leerlo el presidente de EE. UU., Donald Trump, locuaz partidario de una salida de Maduro. En agosto de 2025, Trump ordenó un movilizar tropas y equipamiento a aguas internacionales del mar Caribe para reforzar la lucha contra el narcotráfico —un delito del que acusa a Maduro—. Con el paso de las semanas, se convertiría en el mayor despliegue de EE. UU. en la región desde la Guerra Fría.
En Miraflores denuncian un plan oculto de Washington para precipitar un “cambio de régimen”, en palabras del presidente Nicolás Maduro, que ha llamado, en respuesta, a un alistamiento masivo de la población, mientras moviliza batallones enteros a los municipios costeros.
¿Abandonará Maduro el poder? El mero planteamiento de la pregunta inquieta a Charles Giuseppi: “Nicolás Maduro puede estar demonizado en los sectores internacionales, pero más allá de eso, es el pueblo de Venezuela el que tiene que decidir eso”.
Pero ese derecho no lo considera garantizado Alvarado: “Aquí puede haber una rebelión similar a la de 2017, porque la gente está desesperada y ve como que ha intentado resolverlo pacíficamente en unas elecciones que se robaron. La gente tiene hambre y sufre por los servicios públicos”.

Alvarado ya lanza ideas para la Venezuela después de Maduro: “Cualquier cambio de gobierno y transición tiene que darle voz al chavismo, que será en ese momento opositor. No se puede concebir un país de futuro donde cambiemos una hegemonía del chavismo por una hegemonía de la oposición».
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