


En su creciente desespero, sin duda terminal, el cártel instalado en Miraflores aumenta la represión, la persecución y el terrorismo de Estado, a la vez que sus voceros en los distintos shows del cinismo y en reuniones bien montadas, acusan al imperialismo, a Estados Unidos y a la «oposición cómplice», por la tragedia que vive el país desde hace años. Dentro, reuniones y encuentros divorciados de la realidad que aprovechan los delincuentes y asociados para promover la irrealidad.
En días pasados, en el llamado Consejo por la Soberanía y la Paz, el desprestigiado y desvergonzado Claudio Fermín, respondiendo a sus intereses y a los de sus empleadores Maduro y Cabello, dijo que el país está en las condiciones que está, no por el robo del que él sabe ha sido objeto por las mafias que han secuestrado al país y que lo controlan desde el poder, sino por las «incautaciones» del petróleo que como carga fantasma y para los cubanos y los intermediarios del régimen, han hecho las fuerzas estadounidenses.
Esta incautación que responde a la imposición de sanciones, por lo demás lícitas y legítimas en contra de los delincuentes y violadores de derechos humanos; y al hecho de que dichos buques trafican ilegalmente el crudo, violentando todas las normas internacionales, lo que produce es el impacto que sabemos causan estos envíos en el mercado y más allá, en el respaldo a las fuerzas desestabilizadoras de la región que desde la estructura del poder instalado en Miraflores apoyan el cartel.
Adentro, la orquesta funciona, aunque cada vez con menos público. Afuera se unen los enviados del cartel para desinformar y manipular la realidad. En Nueva York y en Ginebra, quienes representan al cártel, enviados que no están exonerados de su responsabilidad penal como coautores por los crímenes que se cometen en el país, pronuncian discursos elaborados en La Habana que tratan de impactar a la opinión pública y a los medios de poder.
En días pasados, a propósito del Día Internacional contra el Colonialismo, el representante del cártel en las Naciones Unidas pronunció un discurso en la Asamblea General ante una sala vacía, en una intervención pobre y repetitiva, que no produjo ni asistencia ni reacciones a favor. El enviado del narcotráfico defendió con el mayor descaro el Derecho Internacional, la Carta de las Naciones Unidas y la soberanía nacional, obviando la realidad, que no es más que la violación por el grupo de Miraflores de todas las normas internacionales, principalmente, las relativas a los derechos humanos que pisotean sin pudor alguno. No habló Moncada de los presos, de los desaparecidos, de las ejecuciones extrajudiciales, de las torturas y asesinatos que ocurren a diario bajo la dirección de sus superiores.
Y en Ginebra, lo mismo. El mismo patrón. El enviado del cártel «denunció» en días pasados «la instrumentalización de organismos que deberían estar defendiendo los derechos de los pueblos a su libre desarrollo, en vez de seguir pautas a las potencias occidentales y sus planes neocoloniales». Asimismo, levantó su voz «contra las criminales medidas coercitivas unilaterales y contra la injerencia y el irrespeto a la soberanía de los pueblos…». Mayor desfachatez parece imposible.
A nadie engañan hoy ni dentro ni fuera. La comunidad internacional sabe y de allí el silencio notorio, que la Venezuela secuestrada por Maduro y dirigida desde La Habana viola los principios de la Carta de las Naciones Unidas y todos los principios y normas que rigen las relaciones internacionales. De qué soberanía y colonialismo hablan cuando el país está en manos de potencias extranjeras, los cubanos, rusos, chinos e iraníes en primera fila, junto a los socios irregulares que arrasan con nuestras riquezas, instalados bajo protección del cártel, para enriquecerse y promover el terrorismo en el mundo.
La desfachatez por encargo es única. Mienten y se aplauden entre ellos, en sus shows, en sus actos para darse premios de arquitectos de la paz, para generar confianza entre sus cada vez menos seguidores, pero el tiempo se les acabó. La fortaleza que intentan mostrar con la mentira y el insulto se desvanece ante la realidad del desprecio por un cartel que solo ha logrado enriquecerse personalmente y promovido y apoyado la destrucción de los principios y valores que han guiado la sociedad occidental desde siempre.
No es una tragedia que nos afecta exclusivamente a los venezolanos. Esto va mucho más allá y por eso la reacción de la comunidad internacional, la regional hoy con firmeza. La Venezuela de paz que vivíamos una vez, se ha convertido en una amenaza real para la estabilidad y la seguridad. En definitiva, como dijo en días pasados con firmeza y claridad el presidente de Argentina, Javier Milei: «La dictadura atroz e inhumana del narcoterrorista Nicolás Maduro extiende una sombra oscura sobre nuestra región». A la vez, instó a los socios del Mercosur «a respaldar la presión militar de Estados Unidos contra la narcotiranía de Nicolás Maduro y a condenar sin matices al régimen usurpador en Venezuela».
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