La chef Mónica Sahmkow reivindica la memoria gastronómica venezolana

Hay infancias que huelen a cacao, jalea de mango o dulce de guayaba. En la de la chef venezolana Mónica Sahmkowese aroma lo asocia con la canela y las guindas de la torta de Navidad que su madre preparaba para vender durante la temporada decembrina en Venezuela.

Esta receta, una mezcla de su herencia inglesa y alemana, que su madre “venezonalizó” intercambiando el whisky por el ron, es la imagen que conecta a Sahmkow con su pasión por la cocina.

“Cuando era pequeña visitaba a mi mamá en la cocina mientras preparaba sus famosas tortas de Navidad. Sin que ella se diera cuenta, me robaba varias de las guindas que tenía listas para sus recetas y luego volvía a pasar para comer a escondidas el sobrante que quedaba en el molde de la torta”, contó la chef en una entrevista para El Diario.

Allí, entre las guindas y el ritual anual de amasar, hornear y vender, se sembró en la chef Sahmkow, directora de la Academía de Gastronomía de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), una sensibilidad que años más tarde se convertiría en profesión.

Una abogada que se apasionó por la cocina

Sahmkow no creció con el sueño de ser chef. Cuando terminó el colegio creyó que su camino estaba en los estudios internacionales, pero no consiguió cupo en la universidadpor lo que intentó estudiar Derecho en la UCAB, en Montalbán, Caracas.

De ese tiempo recuerda el centro de Caracas como un “universo de estímulos”donde se desenvolvió entre tribunales y expedientes, pero se detenía de vez en cuando en los puestos de dulcería criolla donde, casi sin darse cuenta, empezaba a latir la verdadera vocación.

En el tercer año comprendió que la ley no era su pasión, sin embargo, culminó la carrera. Y mientras tanto, los sábados los dedicó a estudiar cocina en el Instituto Culinario de Caracas.

“No hubo un momento de revelación, como suele pasarle a mucha gente, incluso, en las películas, cuando los personajes descubren lo que verdaderamente les apasiona. Fue lento, progresivo, donde la curiosidad se fue transformando en certeza”, compartió.

La migración que no vivió, pero que la transformó

Su carrera dio un salto cuando viajó a España para unas pasantías y, posteriormente, visitó Francia para estudiar en la escuela Ferrandi en París (Francia). Allí encontró un concepto de gastronomía profundamente enraizado en la identidad.

Durante su estancia en la ciudad europea, Sahmkow se fascinó con la manera en la que los franceses veneran sus productossus artesanos, sus regiones, y cómo esa devoción cotidiana construye cultura.

Esa experiencia se “volvió un espejo”, como ella misma mencionó, lo que la llevó a mirar hacia adentro al “redescubrir Venezuela” no solo como territorio, sino también a través de su relato culinario.

Al culminar, regresó a Venezuela y eligió rodearse de las historias de quienes migraron. De personas que, desde lejos, persiguen su país en un ingrediente, en una arepa, en el aroma del ají dulce. En ese intercambio —ser la venezolana que se queda y escucha a los venezolanos que se fueron— encontró un sentido más claro para su trabajo.

“Con el tiempo encontré un equilibrio delicado entre la técnica francesa que me formó y la comprensión profunda de los sabores locales que me enamoraron. Explorar Venezuela me transformó. Viajar por el país, probar sus regiones, dialogar con productores y con estudiantes la llevó a una premisa. Creo que nuestro país es vasto, generoso y sorprendente. Solo falta contarlo mejor”afirmó.

El oficio, la vulnerabilidad y el liderazgo

En el mundo culinario, la ejecución es imprescindible. Se aprende haciendo, equivocándose, repitiendo. La chef Mónica lo explicó a sus estudiantes con una metáfora sencilla: “Esto es como ir al gimnasio. Cada día levantas más peso”.

Asimismo, reconoció que la cocina exige vulnerabilidad y capacidad de soltar lo académico cuando la “realidad aprieta”.

“En eventos, en servicio, en clases, el cocinero es juzgado al segundo. Es un oficio donde el comensal recibe el trabajo de inmediato. Eso obliga a desarrollar temple y flexibilidad. A pivotear. Entender que la perfección técnica no siempre es posible, pero la coherencia y la responsabilidad sí lo son”, explicó.

Al mirar en retrospectiva, reconoció que los desafíos más complejos no provinieron del rigor del oficio, sino del trabajo en equipo.

“Una cocina es un sistema vivo; y no siempre se está en el equipo adecuado. Aprender a identificarlo y a corregir el rumbo también ha formado su liderazgo”, agregó.

Hay potencial en Venezuela

Actualmente, la cocina principal de la chef Mónica Sahmkow es la academia LAGA, donde sus días transcurren entre enseñar cocina y administrar la institución; además de asesorías y la logística diaria de ser docente, chef y madre.

En esa vida interdisciplinaria, la chef reafirmó que la gastronomía es una herramienta para comprender el mundo y, sobre todo, para contar un país. En Venezuela, afirmó, “hay un potencial subestimado”un producto extraordinario y un talento enorme.

“Tenemos cosas mucho mejores que en otros lados, pero no las estamos potenciando. Venezuela tiene una herencia culinaria que merece ser contada con volumen alto”dijo.
Por eso su propósito profesional se transformó. Más que abrir un restaurante, un deseo que continúa, su misión hoy es formar a los cocineros que buscan transmitir identidad, sentido de pertenencia, ética, técnica y curiosidad.  Para Sahmkow, el presente de la gastronomía venezolana es complejo, como el país mismo. Pero es también un terreno fértil.