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En circunstancias normales, Boris Kojcinovic, estudiante de Novi Sad, estaría buscando información sobre programas de posgrado en el extranjero. Pero la situación de los universitarios en Serbia dista mucho de ser normal: desde hace casi un año lideran bloqueos.
Por ello, Kojcinovic divide su tiempo entre leer bibliografía para su tesis y revisar las listas de voluntarios para el evento que conmemorará el primer aniversario del derrumbe de la marquesina de hormigón de la entrada de la estación de trenes de Novi Sad, que causó la muerte de 16 personas el 1 de noviembre de 2024.
Kojcinovic es uno de los rostros más reconocibles del movimiento de protesta que puso al descubierto lo que consideran una verdad innegable, según los activistas: la corrupción y negligencia sistémica que llevaron al colapso del techo hace un año.
El crecimiento de un movimiento
«Nuestra victoria es que la gente se dio cuenta de que algo no funciona y que necesitamos una sociedad justa con instituciones operativas», dice Kojcinovic a DW.
Con el lema «Tienen las manos manchadas con sangre» y la difusión de imágenes de palmas rojas, que son el símbolo del movimiento de protesta, los estudiantes han desarrollado una extensa red en todo el país en los últimos 12 meses y también entre la diáspora serbia.
Para asegurarse de que su clamor de justicia llegue a la mayor cantidad de personas posible, también han recorrido el país a pie, conversado con la gente y organizado numerosas manifestaciones a nivel nacional.
Incluso algunos jóvenes han ido en bicicleta a Estrasburgo y realizado corridas a Bruselas para que su mensaje también sea oído en el corazón de la Unión Europea (UE).
Protestas estudiantiles duraderas
Durante el último año, los estudiantes han aprendido a planificar, negociar y resistir a gran escala. Sin embargo, no han podido obligar a quienes detentan el poder a asumir responsabilidades.
Por su parte, las autoridades han adoptado una estrategia multifacética, al intentar «ablandar» a los estudiantes y profesores ofreciéndoles préstamos a bajo interés y mejores salarios, respectivamente, mientras usan campañas de desprestigio, ataques físicos y represión policial más dura para intimidar a los ciudadanos que protestan. No obstante, ninguna de esas tácticas ha funcionado.
En agosto, el politólogo Zoran Stojiljkovic describió la situación como un «equilibrio de impotencia», una valoración que Bojan Klacar, director ejecutivo del Centro para las Elecciones Libres y la Democracia, sigue considerando válida.
«Estamos en una crisis política que no se ha resuelto por completo y para la cual no se vislumbra una salida a corto plazo», dice Klacar a DW.
La coalición gobernante aún no controla la situación y perdió su vieja hegemonía, pero al menos está más consolidada que hace seis meses. Los estudiantes tampoco están mejor. Klacar concede que el movimiento transformó el clima social significativamente, pero no las relaciones políticas.
«No están —en términos de infraestructura, programa, ideología y nivel de energía— preparados para inclinar la balanza a su favor. Por lo tanto, ambos bloques están inmersos en un juego de paciencia, una batalla de nervios y una suerte de guerra de desgaste», agrega.
Las elecciones serán la clave
Lo que los estudiantes piden son elecciones. Sin embargo, las autoridades rara vez tocan el tema. El presidente serbio Aleksandar Vucic solo ha dicho que habrá votaciones el próximo año, sin especificar cuándo.
Klacar piensa que la fecha de las elecciones es la principal arma del gobierno. «Al Partido Progresista Serbio (SNS, oficialista) le conviene que las elecciones tengan lugar en un año o más», afirma.
Para ello, el gobierno tendría que dar más «buenas noticias» y resolver una serie de problemas acumulados, desde las sanciones estadounidenses contra la petrolera serbia NIS, de propiedad rusa, hasta evitar potenciales dificultades en el suministro de gas.
Para los estudiantes, por el contrario, dos condiciones son decisivas: mantener las protestas y crear una atmósfera de referéndum, en la que la gente vea las elecciones como una votación sobre Vucic y el SNS. El movimiento de protesta estima que estará listo sin importar cuándo sean las elecciones, ya que se están preparando a toda marcha.
Además de organizar protestas, están construyendo una infraestructura electoral que incluye equipos, observadores y un programa político. Incluso tienen una lista de candidatos, cuyos nombres permanecen en secreto.
Esto ha generado tanto críticas como elogios. Algunos dicen que los votantes deberían saber a la brevedad quiénes se presentarán en las elecciones, y otros sostienen que es más prudente esperar para evitar que los candidatos sean desacreditados por el oficialismo y los medios que están alineados con él.
«La lista es como el movimiento: diversa en educación, origen e incluso orientación política. No hay que pensar que somos conservadores o liberales, sino que queremos algo en común: una sociedad mejor, bien gestionada y justa», apunta Kojcinovic.
(bebidas)
