
@OttoJansen
“La mina Cuatro Esquinas está compuesta por cilindros, es decir, fosas subterráneas que alcanzan hasta los 40 metros de profundidad y de las cuales se extrae el mineral. Estos cilindros están conectados de forma subterránea a través de galerías entre las cuales los trabajadores del oro pueden desplazarse. Según las autoridades, en esta zona hay más de 10 cilindros, lo que ha retrasado el proceso de búsqueda. La noche del 12 de octubre, en palabras del alcalde de la localidad, llovió por más de 5 horas. Las precipitaciones provocaron que las cavidades se llenaran de agua, impidiendo que los mineros pudieran salir y colapsando el yacimiento”. Nota de la periodista Francesca Díaz, Correo del Caroní. 16 de octubre de 2025.
Las historias de la extracción minera impulsada por el Estado de la revolución bolivariana, en el estado Bolívar, son múltiples, de numerosas bifurcaciones y matices en lo estrictamente ambiental y en lo que supone para las comunidades de la población guayanesa. La mayoría de esas historias, de datas recientes, tienen casi un mismo relato y también un mismo patrón: opacidad oficial, silencio de las autoridades nacionales, declaraciones de los gobernantes locales que parecen calcadas en su contenido de otras no tan lejanas. Son hechas para el protocolo y para anunciar los duelos formales; todo se repite en extraño rito de olvido para los que fueron arrastrados por la tierra en esa durísima faena. Por supuesto, no hay medidas ni soluciones a la profundidad de la problemática.
De nuevo El Callao, histórica población de la explotación minera en los municipios del sur de Guayana, es foco de atención con otra tragedia -desde el 2017 y hasta el 2021, SOS Orinoco, contabilizaba 35 en este pueblo-, ahora en la mina Cuatro Esquinas, en los que los rumores, más anónimos que nunca, dicen ser al menos, 40 mineros los fallecidos, mientras las cifras oficiales sin mayores explicaciones refieren a catorce, de los que para las últimas horas se habrían rescatado hasta doce. En los “accidentes” la cantidad de personas fallecidas sin identificar ocupan un número importante e igualmente es patrón la no certificación de cifras exactas, en relación a las víctimas o desaparecidos. Otra vez, casi las mismas circunstancias -repito- y el desarrollo de los hechos con sus “prisas” y “operativos”, copiados al carbón en secuencia mecánica, están presentes.
El silencio en estos tiempos, en este año, es más grande y hondo que nunca en esos linderos. Eso pasa en el municipio El Callao, en el que la dinámica conduce a la esclavitud moderna de cuántos buscan desesperadamente el sustento, Los informes de organizaciones de derechos ambientales, como el citado en líneas previas y otros más recientes como el de Provea, enfatizan las condiciones de salud, protección y beneficios para estos conglomerados que viven de la explotación minera. Pero no hay sensibilidad, presión ni visión trascendente en el gobierno regional o en las alcaldías: no es posible; el riesgo es tan grande como el que corren los mineros al bajar a los cilindros. Las evasivas y el espíritu de plastilina acompañan, desde las voces dirigenciales de nuestro estado, a los intereses de los grupos y alianzas nacionales poderosas.
Oro de sangre e indiferencias premiadas
“Elhecho de que esta vez la tragedia tuvo lugar en una alianza minera legal, hace cuestionar las condiciones y garantías en materia de derechos humanos que se les brinda a quienes ejercen la minería. En lo que va de 2025 se han dado al menos dos colapsos de galerías mineras. El primero se registró el 12 de julio en la mina ilegal Musupta, en Alto Paragua, donde cuatro personas fallecieron, incluida una mujer indígena pemón de la comunidad de Yuapi. El segundo, el más reciente, en una mina asociada a la estatal Minerven. “Estos registros de 2020 a lo que va de año suman 111 víctimas”, post de Provea, 21 octubre 2025. El periodista Fritz Sánchez, empecinado defensor ambiental y uno de los comunicadores más enterados de lo que ocurre con la devastación minera en el estado Bolívar, en publicación del 8 de octubre pone el acento en las penurias de la salud de las comunidades indígenas: “Alerta. Venezuela Se agrava la crisis de salud pública en #edoBolívar. Un grupo de 21 indígenas sánema de la comunidad de Shimaraña, 14 dieron positivo a tuberculosis. Urge la implementación de un programa de salud que atienda a las comunidades indígenas en el #AltoCaura”.
Los meses pasan, las tragedias que no paran va normalizando y haciendo más primitivo, lejano y sin políticas públicas, todo un gran drama humano. Las historias de la minería son de todas las tonalidades y casi ya no hay palabras que no se haya empleado para que la muerte en las galerías subterráneas, las de las enfermedades o las que produce la violencia de bandas antisociales, en las propias narices de la ciudadanía, no sigan siendo un hecho “circunstancial”, un rito hueco y lacerante de un Estado fallido que además se ufana de entregar a otras naciones, si le conviene, el oro de sangre.
Las Cuatro Esquinas es una metáfora cruel sobre cómo se desarrollan los días y las vivencias populares a todo lo largo y ancho del extenso macizo guayanés.
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