Universitario multitarea – EL NACIONAL

Universitario multitarea – EL NACIONAL

“Pacheco tenía por la USB una pasión total. A ella se consagró y en ella desempeñó, siempre entusiasta, varios roles, con pleno sentido de la responsabilidad. Aparte de su labor docente, en todos los niveles, fue coordinador del Posgrado en Literatura (1983-1985), decano de Estudios Generales (1990-1994) y decano de Estudios de Postgrado (2001-2003)”

Por LUIS BARRERA LINARES

Solía decir el inolvidable profesor José Santos Urriola que Carlos Pacheco Pacheco había llegado a la Universidad Simón Bolívar con porte de sacerdote y vistiendo aún el alzacuellos.  Con ello aludía metafóricamente a su disciplina y rigor, tanto en la docencia como en la investigación y en el desempeño de cargos administrativos.  Jocoseriamente se refería Urriola a la formación recibida entre los jesuitas, a cuya Compañía había pertenecido Carlos como novicio y como estudiante (1966-1971). Pacheco se formaría posteriormente en dos universidades también relacionadas con esa Congregación: la Católica Andrés Bello (de Caracas) y la Javeriana (de Bogotá). El motivo por el cual tuvo que dejar la primera queda para otra historia. De la última egresó como licenciado en Filosofía y Letras (1973). Más adelante formalizaría estudios de maestría en la Universidad de Liverpool (1974) y de doctorado, en el King’s College, de Londres (1989). Es decir, además de aspirante a sacerdote, este caballero era casi un lord inglés. Formalidad y cortesía fueron marcas identitarias suyas.

Ingresó a la Universidad Simón Bolívar (USB, sede de Sartenejas) en 1980, luego de ser seleccionado en concurso público para integrarse al departamento de Lengua y Literatura. Desde ese momento, la USB sería para él el alfa y el omega de su productiva vida universitaria: 26 años de labor que solo pudieron ser interrumpidos por su temprano deceso, ya que no dejó de hacerle aportes a la institución ni siquiera después de jubilado. Allí nos conocimos en 1988, a raíz de un proyecto que quisimos hacer común y comunitario: las indagaciones sobre el cuento literario que tendrían su colofón en nuestro libro en coautoría Del cuento y sus alrededores (1993, 1997). Además, en el mismo departamento, firmamos nuestro decreto bilateral de «amistad —personal y profesional — a primera vista». Eso nos convertiría en el «dúo dinámico» o el «dueto criollísimo» (así nos tildaban algunos colegas, unas veces con humor benigno y sincero; otras, con cierto sarcasmo, aunque, en ambos casos, disfrutábamos tales apelativos).

Pacheco tenía por la USB una pasión total. A ella se consagró y en ella desempeñó, siempre entusiasta, varios roles, con pleno sentido de la responsabilidad. Aparte de su labor docente, en todos los niveles, fue coordinador del Posgrado en Literatura (1983-1985), decano de Estudios Generales (1990-1994) y decano de Estudios de Postgrado (2001-2003).

Ocupó otras diversas posiciones internas, en el departamento y en otras dependencias. Prolijo sería enumerarlas todas; valga decir que desfiló por la Dirección de Cultura, el Consejo Asesor de la Biblioteca, el Consejo Editorial, la Comisión Técnica del Decanato de Investigaciones, la Comisión Clasificadora, etc. Nunca dijo que no a cualquier actividad administrativa que cualquier autoridad le requiriera, independientemente de la relevancia y jerarquía. Todas eran para él importantes. Un verdadero militante de la vida universitaria activa: ingresó como docente contratado y a partir de allí fue desfilando progresivamente por el escalafón universitario: desde su clasificación como asistente, hasta llegar al nivel máximo de profesor titular (1993). Habría que recordar que los docentes universitarios desfilamos por un camino en el que cada cierto lapso debemos rendir cuentas, si deseamos mantenernos con la dignidad debida, y lo hacemos mediante el trabajo de ascenso que defendemos ante un jurado calificador, principalmente si hemos elegido esa ruta convencidos de su relevancia en la formación de profesionales integrales. Eso sin dejar de lado la necesidad de un proceso de formación constante, implícita en la ocupación que hemos elegido. Y más aún, sin que cuente el precario salario (rima intencional) que, por circunstancias sobrevenidas o inesperadas, debemos devengar durante algunos períodos.

En esa senda, Carlos se desempeñó como tutor de múltiples tesistas y dictó las más variadas asignaturas: desde los cursos básicos en los que se busca que los futuros egresados tengan contacto con las peripecias del idioma y su escritura o los géneros literarios, hasta los seminarios y estudios generales concentrados en determinada área específica (la literatura latinoamericana y algunos de sus autores emblemáticos, las lenguas y sus implicaciones socioestéticas, el cuento en sus diversas variantes, el proceso de la narrativa venezolana o española, entre otros). No en vano, recibiría diversos reconocimientos; entre ellos el Premio a la Labor Docente (1996, otorgado por esa legendaria institución gremial que es la siempre combativa Asociación de Profesores), hasta ser honrado en el año 2014 con la distinción de Profesor Emérito.

Por esa vía, a solicitud del rector de esos años, Enrique Planchart, y ya teóricamente jubilado, en 2005, llegó Pacheco a la coordinación de la editorial Equinoccio que, por muchos motivos, había perdido el empuje de otros tiempos (antes había estado adscrita a la Dirección de Cultura de la USB y, a partir de ese año, pasó a depender directamente del rectorado). A la editorial se dedicó Carlos a tiempo completo, con la muy explícita intención de que dicha dependencia de nuevo levantara vuelo y alcanzara el brillo de otras épocas. Lo primero que hizo fue constituir un Consejo Consultivo y actualizar el Consejo Editorial, integrados por personas de dentro y fuera de la USB. Junto con el personal que ya laborada allí, ambos cuerpos colegiados se encargarían de sugerir las políticas editoriales y los procesos de recepción, evaluación, arbitraje y publicación de los libros. Me honra haber formado parte de ese colectivo. Se conocen suficientemente mi apego, mi agradecimiento e incondicionalidad hacia la USB, debido a que también conseguí en ella abierto y decidido apoyo para mi desarrollo como docente e investigador, aparte de un ambiente departamental siempre estimulante y proactivo.

Ya a cargo de Equinoccio, fueron varios los aportes que Pacheco y su legión de soñadores emprendieron, o emprendimos, bajo sus orientaciones e impecable labor directiva. Me eximo de acotar aquí nombres, para evitar no ser completivo; pero el entusiasmo del nuevo coordinador se contagió hacia todos sus colaboradores: profesorado,  autores y autoras, sin dejar de lado al personal de la editorial que, con total dedicación y sentido de pertenencia, se sumó a aquella hermosa aventura.

Bajo rigurosas normas y procesos de selección, la editorial se abrió a la publicación de obras de escritores internos o externos, noveles o consagrados. Se renovaron las ediciones de libros de texto y las colecciones de ensayo, poesía y narrativa, con base en un nuevo y vanguardista diseño que todavía sirve de rasgo identitario de la USB en las librerías en que aún pueden conseguirse ejemplares.  Hubo importantes cambios relacionados con portadas y contraportadas, diagramación interna y tamaño de los libros, en sus diferentes colecciones (Indaga, Plural, Paraninfo, Tesis, Recorridos, Papiros, Armonía, Alma Mater).

Mediante una política abierta y plural, se crearon, además, algunos galardones que buscaban estimular el trabajo escriturario. En tal sentido se volvieron referentes emblemáticos el Premio Nacional Universitario de Literatura  y los  concursos de cuento y poesía. Con estos últimos se buscaba honrar  la trayectoria de dos grandes escritores venezolanos: Oswaldo Trejo y Eugenio Montejo.

No faltó tampoco la vuelta a algunas colecciones que habían gozado de cierto letargo, motivado esto por el incremento de los costos de publicación y la merma de los presupuestos, flagelo que ya comenzaba a causar sus estragos. Sin embargo, no puede obviarse que, para esto, fue relevante la participación de algunas instituciones privadas con las que se acordaron importantes coediciones o el financiamiento de determinadas colecciones; entre ellas debo resaltar particularmente a  Banesco y la Fundación Bigott.

Pacheco cesó en su labor editorial en el año 2010. Aunque ya con algunas dificultades financieras, sus sucesores (Mariana Libertad Suárez, 2010-2014, y Cristian Álvarez, 2014-2021) continuarían el desarrollo de aquel sueño iniciado en el año 2005, gracias a la constancia y empeño de @doblepacheco.

Lamentablemente, las condiciones han cambiado y,  en este tiempo, la editorial está en un proceso de «hibernación» —como la USB en general—, a la espera de una nueva primavera que le devuelva la florescencia.

Gracias a sus méritos y múltiples actividades como universitario cabal, Pacheco fue elegido para ocupar el sillón W de la Academia Venezolana de la Lengua (2008), institución en la que me correspondió el más gratificante de los honores para con quien fue mi compañero inseparable en la investigación y la vida: recibirlo y ofrecerle ante el pleno el discurso de contestación, un 7 de diciembre de 2009. Seis años y tres meses después, se marcharía definitivamente del plano terrenal, un 27 de marzo de 2015, evento que ocurriría en la misma Bogotá donde se había licenciado y a la espera de los acordes provenientes de las prodigiosas manos de Gabriela Montero. Imagino que, antes de ingresar a la eternidad, de nuevo se colocaría el alzacuellos.

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