A lo largo de los quince procesos electorales en más de 40 años de democracia, los partidos más grandes y tradicionalmente más votados -el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE)- nunca han propuesto a una mujer para presidir el Gobierno de España.
En las últimas elecciones generales, celebradas el 23 de julio de 2023, tan solo hubo una mujer entre los principales partidos con aspiraciones a gobernar. Fue el caso de Yolanda Díaz (Sumar). Repetían candidatura de Pedro Sánchez y Santiago Abascal al frente del PSOE y VOX, respectivamente, mientras que Alberto Núñez Feijóo se presentaba por primera vez por el PP a nivel estatal.
“¿Por qué no ha habido ninguna mujer presidenta? Pues deberíamos preguntarnos por el motivo por el que los partidos con opciones de victoria hasta ahora no han puesto ninguna mujer. Otros partidos sí que lo han hecho, pero no tenían opciones de ganar”, indica a DW Ana Almalsa, docente de Comunicación de la Universidad de Málaga.
El techo de cristal en la vida política española
Dolores Ibárruri, más conocida como “La Pasionaria”, Federica Montseny, Victoria Kent o Soledad Becerril: figuras que reflejan la incorporación de la mujer en la vida política española. Una participación que, poco a poco, ha ido copando esferas de poder más amplias, desde alcaldías a comunidades autónomas, pero que a nivel estatal todavía se encuentra trabajando.
“El salto cualitativo que supone la Presidencia del Gobierno, la figura nodal del sistema político, supone aún un techo de cristal para las mujeres políticas españolas”, dice a DW Paloma Román, profesora de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid. “El puesto sigue en la órbita masculina por su poder y visibilidad, y la dificultad que conlleva llegar a él es aún mayor para las mujeres”, agrega.
En la actualidad, la paridad en el Ejecutivo es del 50-50, con un presidente del Gobierno, tres vicepresidencias (María Jesús Montero, Yolanda Díaz y Teresa Ribera), once ministros y ocho ministras. A nivel de autonomías, cinco de las diecisiete comunidades autónomas están gobernadas por mujeres. Y a escala local, pese al incremento de mujeres en gobiernos municipales, la desproporción es considerable en cuanto al liderazgo de los mismos. De algo más de 8.000 ayuntamientos, hay unos 6.000 alcaldes, frente a casi 2.000 alcaldesas, según una investigación que realizó el medio online Público.
¿Más leyes, más igualdad?
Con todo, en España hubo avances en materia de igualdad. La Ley de Igualdad aprobada en 2007, “supuso un antes y un después”, indica a DW Laia Márquez, doctoranda en Ciencia Política por la Universidad de Girona. Fue la primera norma en regular un principio de igualdad en política al establecer para las listas electorales una composición equilibrada en la que cada sexo suponga, como mínimo, el 40 por ciento.
Este mismo mes de junio, la ley, ahora llamada Ley de paridad, dio un paso más al obligar a cumplir la regla del 60/40 para cada sexo, también para altos cargos de empresas, órganos de relevancia constitucional, e incluso que tal cuota pueda ser sobrepasada cuando el género predominante sea el femenino.
Bajo esta norma, las listas electorales deben tener una composición paritaria siguiendo el “sistema cremallera”, es decir, con una alternancia de personas de uno y otro sexo, algo que algunos partidos ya aplicaban desde 2019.
La ley, “quiere garantizar que las mujeres puedan llegar a altos cargos directivos”, dice Márquez, pero realmente mantiene de facto un desequilibrio al no regular los jefes de lista en el caso de las listas electorales, que queda al designio de cada territorio. Con todo, sigue siendo difícil que las mujeres lleguen a la primera línea.
Para Román, el escenario en España refleja, por un lado, las barreras en política a las que deben enfrentarse las mujeres, pero también hay más elementos.
“A pesar de los avances en liderazgos femeninos, la sociedad aún no visibiliza una presidenta mujer con posibilidades, y sigue interiorizada la masculinidad del puesto”, indica, a lo que añade que tampoco los propios partidos están dispuestos a ello.
España, ¿una anomalía?
En Europa, la mujer más destacada en política es probablemente Angela Merkel, quien gobernó Alemania durante dieciséis años. Italia y Dinamarca también cuentan ahora mismo con una mujer al frente y, hasta hace pocos años, Suecia, Finlandia, Estonia y Reino Unido presentaban el mismo escenario.
En América Latina, muchas mujeres han dirigido también el rumbo de sus países. Recientemente electa, Claudia Sheinbaum, se convertirá en octubre en la primera presidenta de México. La preceden Dilma Rousseff (Brasil), Laura Chinchilla (Costa Rica), Cristina Fernández de Kirchner (Argentina) o Violeta Barrios de Chamorro (Nicaragua), la primera mujer en América Latina en ocupar este cargo, en 1990.
En el mundo hispanohablante, la lista de países que aún no cuentan con presidentas es larga: Colombia, Venezuela, Guatemala, Paraguay o Cuba son solo algunos de ellos.
“España es diferente, como decía el refrán turístico, de momento”, dice Román. “Alemania, Reino Unido e Italia tienen una cultura democrática más consolidada, y tener una primera ministra era más asimilable, mientras que en América Latina hay una cultura política diferente”, sostiene, y alude a las mujeres que forman parte de la élite del país, oa las mujeres revolucionarias, esposas de mandatarios, “lo que supone siempre una ventana de oportunidad para ellas”, explica la experta.
Según datos de ONU Mujeres, de 193 países, solo 27 son dirigidos por una mujer como jefa de estado y/o de gobierno. “Al ritmo actual, la igualdad de género en las más altas esferas de decisión no se logrará por otros 130 años”, respondió ese organismo a una consulta de DW.
“No hace tantos años que las mujeres pueden votar en España y este movimiento llegó de la influencia exterior”. A este respecto “la influencia de que haya mujeres presidentas tiene que llegar a España, esperemos que pronto”, sostiene Márquez.
(cp.)
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