Los marianistas falsean el relato de una víctima de pederastia que denunció las agresiones de un cura y otros hombres en un centro de la orden | sociedad


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El día que Cristina Pérez murió repentinamente a los 57 años en el hospital estadounidense de Minot, en Dakota del Norte, se marchó sin recibir la carta de perdón que desde hacía un año la orden de los marianistas le había prometido. Tampoco recibió la reparación económica por los abusos que sufrió en Madrid a manos del sacerdote Juan Carlos González de Suso durante los años setenta. Falleció este septiembre con el único alivio de que, al menos, la congregación religiosa le subrayó que daba credibilidad a su relato y que su proceso de reparación avanzaba a pesar de que su agresor falleció en 2014. Dos meses después de su partida, la orden ha cambiado de parecer.

Como reacción al reportaje que este periódico publicó este martes con la historia de Pérez y las agresiones sexuales que padeció por parte de González de Suso en su casa, en la habitación del clérigo, en la parroquia donde daba misa y en dos colegios de la orden en la capital fuera del horario escolar (Santa María del Pilar y el elitista Nuestra Señora del Pilar, conocido como El Pilar), los marianistas han publicado un comunicado en el que afirman que solo dan credibilidad a una parte de su testimonio: las agresiones en el domicilio de la afectada y en “dos instalaciones” de la parroquia donde daba misa González de Suso, ubicada dentro del colegio Santa María del Pilar, y desecha las más tumbas, en las que Pérez describe que el cura la montaba en un taxi y la conducía junto a otros hombres para ser abusada por todos ellos. “Estos datos no nos merecen credibilidad”, dice dicha nota de prensa. La orden esgrime que Pérez nunca les relató esa parte, sino que lo hizo su hermana Ana, la persona que la afectada eligió como su representante en el proceso de reparación. Pero lo cierto es que, en la única vídeo entrevista que Pérez tuvo con el provincial de la entidad, Iñaki Sarasua, el 15 de noviembre de 2023, Cristina Pérez sí detalla esta parte del relato. Pérez, por miedo a no ser creída, grabó la conversación y este diario ha tenido acceso a ella. Este es el fragmento en cuestión:

Cristina Pérez: Había a veces que venía a verme a casa y me llevaba. Íbamos en un coche de color negro que tenía una raya roja. No sé lo que es.

Iñaki Sarasua: Taxis de Madrid.

Cristina Pérez: Me llevaba como regalo sexual para otra persona. Hombres con uniformes militares, con muchas medallas… Tenía como 11 años, más o menos.

No fue la única vez que Pérez relató este suceso. Lo hizo ante Eshmá, la organización de atención a víctimas que los marianistas contrataron para “mediar” en la reparación: “El Padre Juan Carlos, un marianista del colegio (Santa María) del Pilar, del barrio del Niño Jesús de Madrid, no solo me violó durante más de 10 años, desde los tres años y medio hasta después de los 13, sino que me drogó y me llevó a otras curas ya personas con uniformes militares”. Esta declaración, que Pérez también grabó, la hizo una petición de Eshmá para evitar una “dinámica de teléfono roto”. Cristina contó este mismo relato a EL PAÍS y Ana, en septiembre de 2023, al provincial de la orden. Estas pruebas demuestran que los marianistas miran en su comunicado.

Los marianistas también acusan a Ana (la hermana de la víctima, a la que citan erróneamente en la nota con apellidos que no son los suyos) de bloquear el proceso de reparación y niegan que fuera “representante legal”, sino una mera “portavoz” . Lo cierto es que Pérez, en la conversación con Eshmá, incide varias veces en esta cuestión, ya que le resultaba doloroso hablar sobre todo lo que rodeaba los abusos que sufrió. “Él nombró a mi hermana Ana como mi representante de todo lo referente a este trágico y desagradable caso”, se escucha decir a la víctima. Pese a la insistencia de la afectada, Eshmá, que en un principio solo contactaría con Pérez para tratarla psicológicamente (los acuerdos de reparación los haría con Ana), un psicólogo de esta entidad ejerció como mediador. Incluso le leyó un borrador de la carta que había escrito el provincial de la congregación para que ella lo aceptara.

Esto molestó a Pérez, ya que ella subrayó que, debido a su estado psicológico, prefería que eso lo llevara su hermana con la orden y que la información a su psicólogo sobre el proceso se la daría ella. Enfadada, escribió al provincial en febrero de 2024: “Prefiero que el psicólogo se limite a intentar ayudarme a rehacer mi vida, y no a negociar ni hacer de mediador con los Marianistas. Esto no es lo que yo os he pedido ni lo que deseo”, escribió Pérez en un correo al provincial de los marianistas.

La carta de perdón era, dentro del proceso de reparación, lo que más deseaba Pérez. De hecho, en su casa de Minot, reservó un espacio en la pared donde colgaría dicha carta, como un triunfo de reconocimiento. Desde un comienzo, la víctima solicitada que en la misiva (que tendría que tener una versión en inglés) se incluyera el nombre del agresor, el de los responsables de la orden y también el nombre de la familia de Cristina como afectados colaterales. El provincial de los marianistas se comprometió a que ese documento oficial sería de sus primeros compromisos a cumplir. Pero no fue así y la carta no llegaba.

Tras ese mail de Pérez sobre la gestión de su caso con el mediador de Eshmá, Sarasua respondió con otro correo a su hermana Ana atribuyendo el retraso del envío de la carta a que los miembros del Consejo Provincial —órgano de poder de la orden— le habían dicho que lo ideal era que llegase al final del proceso, y no al principio, como se habían comprometido un hacer. En ese mensaje, además, acusaba a Ana de que el borrador, “más que una carta de perdón para ayudar a sanar la herida de Cristina, parece más bien una declaración de carácter legal. Cristina escuchó de mis labios directamente la expresión de nuestro dolor y la petición de perdón. […] El único motivo para empeñarse en consignar todos esos datos sería querer utilizarlos después judicialmente de algún modo”. Esta postura también aparece en su comunicado reciente.

Estas palabras causaron un gran dolor a Pérez, según contó a EL PAÍS. El cruce de correos y reuniones continuó varios meses más, hasta junio de 2023, cuando un abogado y gerente de los marianistas contactó con ellas para hacerles una propuesta formal: la reparación económica la revisión sería una comisión independiente y especializada, la terapia psicológica únicamente beneficiaría a Pérez y la carta de perdón solo iría destinada a ella y no incluiría a su familia, como ella había pedido. Pérez envió una contestación reclamando que los nombres de sus familiares aparecieron en el documento, pero la carta ni la reparación llegaron a Minot.

Preguntada por este periódico, la orden marianista mantiene la misma postura que publicó en su comunicado. Por otro lado, Ana afirma que seguirá luchando para cumplir la voluntad de su hermana: que se le reconozca como víctima, que la carta de perdón llegue a EE UU junto con la reparación que solicitó de 800.000 euros (para cubrir las altísimas facturas de los costos médicos y los siete años que no pudo trabajar a causa de la depresión causada por los abusos) y que su historia se conozca para que otras víctimas no se sientan solas.

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