La muerte de Elvis predicha por Lisa Marie en sus desgarradoras memorias póstumas | Libros | Entretenimiento

Antes de su prematura muerte a los 54 años en enero del año pasado, la hija de Elvis Presley, Lisa Marie Presley, estaba escribiendo unas memorias con su hija mayor, Riley Keough.

Publicado hoy, De aquí al gran desconocido presenta confesiones desgarradoras de los últimos años de su padre, antes de su repentina muerte a los 42 años en 1977.

Lisa Marie, que tenía nueve años cuando murió el Rey, escribe que él era “un Dios para mí. Siempre podías sentir la intensidad de mi papá. Si fue una buena intensidad, fue increíble. Si fue malo, cuidado.

“Sea lo que fuere, iba a ser al mil por ciento. Cuando se enojaba, todos corrían, se agachaban y se cubrían”.

Recordó cómo arrojó objetos desde el balcón de una suite del ático en Tahoe “realmente enojado, maldiciendo y gritando” porque no podía conseguir los medicamentos recetados que quería, una adicción que contribuiría a su muerte prematura.

Lisa Marie incluso predijo la muerte temprana de Elvis y escribió un poema con la frase: “Espero que mi papá no muera”. Hubo tantas veces que lo encontré tirado en el suelo o incapaz de controlar muy bien su cuerpo. Fueron los barbitúricos”. La princesa Presley recordó haberlo encontrado boca abajo en el suelo de su baño, después de haber intentado estabilizarse en un toallero antes de que se rompiera y colapsara.

Murió trágicamente en este baño de arriba en Graceland, después de sufrir un ataque cardíaco en el baño el 16 de agosto de 1977. Antes de irse a la cama esa mañana, Lisa Marie vio a su padre con vida por última vez, cuando él le dio un enorme y un beso, le dijo que la amaba y que “se fuera a la cama”.

Tras la muerte de Elvis, Lisa Marie escribió: “Mi vida tal como la conocía había terminado por completo”. Ella pensó en ese momento: “Él está muerto y ahora estoy atrapada con ella”. Se refería a su madre Priscilla Presley.

Mientras sacaban el cadáver del Rey en una camilla, ella recordó: “Comencé a gritar que lo quería, que lo necesitaba, y comencé a patear y golpear a quienes me retenían, tratando de alejarme de ellos, pero no lo hacían. No me dejes ir”.

Un día después, recordó: “Bajé hasta donde yacía en el ataúd, sólo para estar con él, tocarle la cara y tomarle la mano, para hablar con él. “Le pregunté: ‘¿Por qué está pasando esto? ¿Por qué haces esto?’”.

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